Página 640 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
no es un ejemplo mejor. Sin embargo, algunos se sirven de las faltas
ajenas para tener una excusa para sus propios defectos de carácter y
llegan a copiar esos mismos rasgos objetables que condenan. Tales
personas dan pábilo a los que son objeto de sus quejas por llevar
una conducta anticristiana. Entran con los ojos abiertos en la trampa
del enemigo. No pocos en Battle Creek han seguido esta conducta.
Algunos vinieron allí donde se encontraban nuestras instituciones
con el egoísta motivo de hacer negocio. Esos no serán de ninguna
ayuda para los jóvenes, ni de palabra ni de ejemplo.
Los peligros de los jóvenes quedan grandemente acrecentados
cuando se los asocia con gran número de otros jóvenes de diverso
carácter y hábitos de vida. En tales circunstancias, muchos padres
se inclinan a relajar más bien que a duplicar sus propios esfuerzos
por custodiar y regir a sus hijos. Arrojan una tremenda carga sobre
los que sienten la responsabilidad. Cuando estos padres ven que sus
hijos se están desmoralizando, se inclinan a censurar a los que están
encargados de la obra, cuando los males han sido causados por la
conducta de los padres mismos.
En vez de unirse a los que llevan las cargas, elevar la norma
de la moral, y trabajar con corazón y alma en el temor de Dios
para corregir los defectos de sus hijos, muchos padres calman su
propia conciencia diciendo: “Mis hijos no son peores que otros”.
Procuran ocultar las faltas chocantes que Dios odia, no sea que sus
hijos se ofendan, y actúen en forma desesperada. Si el espíritu de
rebelión está en su corazón, será mucho mejor subyugarlo ahora
que permitirle crecer y fortalecerse por la indulgencia. Si los padres
quisieran hacer su deber, veríamos un estado diferente de cosas.
Muchos de estos padres se han apartado de Dios. No tienen su
sabiduría para percibir las trampas de Satanás y resistirlas.
En esta época del mundo, los hijos deberían ser objeto del cuida-
do más estricto. Deberían recibir advertencias y restricciones. Dios
maldijo a Elí porque no reprendió decidida y prontamente a sus
malvados hijos. Hay algunos padres en Battle Creek cuya conducta
no es mejor que la de Elí. Tienen miedo de controlar a sus hijos.
Los ven servir a Satanás pero se hacen los ciegos y lo aceptan co-
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mo una cosa desagradable que deben soportar porque no se puede
solucionar.