Página 66 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
tiene derecho a pedirnos cuenta por las almas de los que nos rodean.
Nuestras palabras y acciones constantemente testifican en favor o
en contra de Cristo y de esa ley, la cual él vino a este mundo para
vindicar. Permitamos que el mundo vea que no nos hallamos egoís-
tamente limitados en la prosecución de nuestros intereses exclusivos
y goces religiosos, sino que somos generosos y deseamos que los
demás compartan nuestras bendiciones y privilegios a través de la
santificación de la verdad. Permitámosles ver que la religión que
profesamos no cierra ni congela las avenidas del alma, haciéndonos
incomprensivos y exigentes. Todos los que profesan haber encon-
trado a Cristo, ministren como él lo hizo para beneficio del hombre,
atesorando un espíritu de sabia benevolencia. Entonces veremos a
muchas almas seguir la luz que brilla de nuestros preceptos y nuestro
ejemplo.
Todos debiéramos cultivar una disposición amigable, y some-
ternos al control de la conciencia. El espíritu de la verdad hacen
que los que la reciben en sus corazones se conviertan en mejores
hombres y mujeres. Obra como la levadura hasta que todo el ser
se coloca en conformidad con sus principios. Abre el corazón que
ha sido congelado por la avaricia; abre la mano que hasta entonces
había estado cerrada ante los sufrimientos humanos; la caridad y la
bondad se manifiestan como sus frutos.
Dios requiere que todos nosotros seamos obreros abnegados.
Cada parte de la verdad tiene una aplicación práctica en nuestras
vidas diarias. Benditos son los que oyen la palabra del Señor y la
guardan.
Oírla
no es suficiente; debemos
actuar,
debemos
hacer
.
Es en la práctica de los mandamientos que se encuentran grandes
recompensas. Los que demuestran en forma práctica su benevo-
lencia por su solidaridad y actos de compasión con los pobres, los
sufrientes y los infortunados, no sólo alivian a los sufrientes, sino
que contribuyen en gran medida a su propia felicidad, y están en
camino de obtener salud de alma y cuerpo. Isaías ha descrito con
plena claridad la obra que Dios aceptará y que al hacerla, su pueblo
recibirá bendición: “¿No es más bien el ayuno que yo escogí desatar
las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión y dejar ir
libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que
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partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues
en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas