Página 67 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La verdadera benevolencia
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de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación
se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloría de
Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová;
clamarás y dirá él: ‘Heme aquí’. Si quitares de en medio de ti el
yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al
hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz,
y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre,
y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás
como huerto de riego, y como manantial de aguas que nunca faltan”.
La relación que existe entre la mente y el cuerpo es muy estrecha.
Cuando uno es afectado, el otro responde. La condición de la mente
tiene mucho que ver con la salud del sistema físico. Si la mente está
libre y feliz, bajo la conciencia de haber hecho bien, y de un sentido
de satisfacción en causar felicidad a otros, creará una alegría que
reaccionará sobre todo el sistema, causando circulación más libre
de la sangre y vigorizando todo el cuerpo. La bendición de Dios
es un agente de salud, y los que benefician a otros en abundancia,
obtendrán esa maravillosa bendición en sus propios corazones y
vidas.
Si sus pensamientos, estimados hermano y hermana, se dirigieran
más hacia el cuidado de otros, sus propias almas recibirían mayores
bendiciones, ustedes apenas tienen compasión humana. No enfocan
sus sentimientos sobre las necesidades de otros. Se mantienen dema-
siado rígidos y carentes de ternura. Se han convertido en personas
severas, exigentes y dominadoras. Están en peligro de convertirse
en conciencia para otros. Tienen sus propias ideas de los deberes
cristianos y de lo que es correcto y desean medir a otros por esas
ideas; esto es sobrepasar los límites de lo correcto. Otras personas
tienen opiniones y marcados rasgos de carácter que no pueden ser
asimilados a los puntos de vista peculiares de ustedes, que tienen
defectos y faltas, tal como sus hermanos y hermanas, y vale la pe-
na recordar esto cuando surge una diferencia. El mal proceder de
ustedes es tan penoso para ellos como el de ellos es para ustedes,
y ustedes debieran ser tan indulgentes con ellos como desean que
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ellos sean con ustedes, ambos necesitan más amor y compasión por
otros, un amor y compasión como la ternura de Jesús. Será necesario
que en su propia casa ejerzan la bondad, hablando con suavidad a