Colaboradores de Cristo
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de luz, no fortalecerán nunca la causa de Dios. Están listos para
retirar su influencia en la primera ocasión y para inducir a otros a
asistir a aquellas reuniones donde oyen aquello que debilita el alma
y confunde la mente. Es este retraimiento del interés de la obra lo
que hace languidecer la causa de Dios. Debemos ser firmes en la
fe; no debemos ser movedizos. Tenemos nuestra obra delante de
nosotros, la cual consiste en hacer brillar sobre otras mentes la luz de
la verdad, tal como está revelada en la ley de Dios, para conducirlas
fuera de las tinieblas. Esta obra requiere, para tener éxito, energía
resuelta y perseverante, y un propósito fijo.
Hay en la iglesia algunos que necesitan aferrarse a las columnas
de nuestra fe, asentarse y hallar roca firme para su fundamento en
vez de flotar sobre la superficie de la emoción y moverse gracias
a los impulsos. Hay en la iglesia dispépticos espirituales. Se han
convertido en inválidos y su debilidad espiritual es el resultado de su
propia conducta vacilante. Son arrastrados de un lado a otro por los
variables vientos de doctrina, y con frecuencia se ven confundidos y
sumidos en la incertidumbre porque se dejan llevar enteramente por
los sentimientos. Son cristianos ávidos de sensaciones y que siempre
tienen hambre de algo nuevo y distinto. Las doctrinas extrañas
confunden su fe, y son inútiles para la causa de la verdad.
Dios llama a hombres y mujeres estables, de propósito firme,
en quienes se pueda fiar en momentos de peligro y de prueba, que
estén tan firmemente arraigados y fundados en la verdad como las
rocas eternas, que no puedan ser agitados a diestra o siniestra, sino
que avancen constantemente y estén siempre del lado del bien. Hay
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personas a quienes, en tiempo de peligro para la fe, se las puede
hallar casi siempre en las filas del enemigo. Si ejercen influencia
es para el mal. No se sienten bajo la obligación moral de dar toda
su fuerza a la verdad que profesan. Los tales serán recompensados
según sus obras.
Los que hacen poco para el Salvador en la salvación de las almas
y en conservar su integridad delante de Dios, obtendrán tan sólo poca
fibra espiritual. Necesitamos emplear continuamente la fuerza que
tenemos para que ésta se desarrolle y aumente. Como la enfermedad
es el resultado de la violación de las leyes naturales, la decadencia
espiritual es el resultado de una continua transgresión de la ley de