Colaboradores de Cristo
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Sus manos débiles no podrán aferrarse del Poderoso, sus rodillas
vacilantes no podrán soportarlos en el día de la adversidad. Los
que den estudios bíblicos y trabajen para Cristo recibirán el premio
glorioso, y oirán el “bien, buen siervo y fiel; entra en el gozo de tu
Señor”.
Mateo 25:23
.
La retención de los recursos
La bendición de Dios descansará sobre aquellos que en ____-
_ aprecian la causa de Cristo. Las ofrendas voluntarias de nuestros
hermanos y hermanas, hechas con fe y amor al Redentor crucificado
les reportarán bendiciones; porque Dios toma nota de todo acto de
generosidad de parte de sus santos, y lo recuerda. Al preparar una
casa de culto, debe ejercerse grandemente la fe y confianza en Dios.
En los negocios, los que no aventuran nada, adelantan poco; ¿por
qué no tener también fe en la obra de Dios, e invertir recursos en su
causa?
Algunos, cuando están en la pobreza, son generosos con lo poco
que tienen; pero a medida que adquieren propiedades, se vuelven
avaros. Tienen muy poca fe, porque no se mantienen hacia delante a
medida que prosperan, y no dan a la causa de Dios hasta el sacrificio.
En el sistema judaico se requería que la generosidad se ma-
nifestara primero hacia el Señor. En la cosecha y la vendimia, las
primicias del campo -el grano, el vino y el aceite- debían consagrarse
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como ofrenda para Jehová. Se reservaban para los pobres las espigas
caídas y los rincones de los campos. Nuestro misericordioso Padre
celestial no descuidó las necesidades de los pobres. Las primicias
de la lana, cuando se esquilaban las ovejas, y del grano, cuando se
trillaba el trigo, debían ofrecerse a Jehová; y él ordenaba que los
pobres, las viudas, los huérfanos y los extranjeros fuesen invitados
a los festines. Al fin de cada año se requería de todos que jurasen
solemnemente si habían obrado o no de acuerdo con el mandato de
Dios.
Este plan fue prescrito por el Señor para convencer a los israe-
litas de que en todo asunto él ocupaba el primer lugar. Mediante
este sistema de dadivosidad debían recordar que su misericordioso
Maestro era el verdadero propietario de sus campos y rebaños; que
el Dios del cielo les mandaba el sol y la lluvia para la siembra y la