Página 104 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
a saber, que la venida del Señor se tarda. La presunción lo vuelve
negligente de los intereses eternos. Acepta las máximas del mundo
y se conforma a sus costumbres y prácticas. En él predominan el
egoísmo, el orgullo mundanal y las ambiciones. Temiendo que sus
hermanos ocupen un puesto más elevado que él mismo empieza a
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hablar despectivamente de sus esfuerzos y a impugnar sus motivos.
Así hiere a sus consiervos. A medida que se aparta del pueblo de
Dios, se une más y más con los impíos. Se lo encuentra comiendo
y bebiendo “con los borrachos” (
vers. 49
) uniéndose con los mun-
danos y participando de su espíritu. Así queda adormecido en una
seguridad carnal, y vencido por la indiferencia y la pereza.
Su mal se inició cuando comenzó a descuidar la vigilancia y la
oración secreta. Luego sacrificó otros deberes religiosos, y así se
abrió la puerta para todos los pecados que siguieron. Cada cristiano
será asaltado por las seducciones del mundo, los clamores de la
naturaleza carnal, y las tentaciones directas de Satanás. Nadie está
seguro. Cualquiera que haya sido nuestra experiencia, por elevada
que sea nuestra posición, necesitamos velar y orar de continuo. De-
bemos ser dominados diariamente por el Espíritu de Dios o seremos
dominados por Satanás.
Las instrucciones que dio el Salvador a sus discípulos estaban
destinadas a beneficiar a sus seguidores de toda época. Cuando dijo:
“Mirad por vosotros” (
Lucas 21:34
) tenía en vista a los que vivirían
cerca del fin del tiempo. A cada uno le toca apreciar por su cuenta
en su corazón las gracias preciosas del Espíritu Santo.
Satanás está obrando con incansable perseverancia e intensa
energía para arrastrar a sus filas a los que profesan seguir a Cristo.
Está obrando “con todo engaño de iniquidad en los que perecen”
2
Tesalonicenses 2:10
. Pero Satanás no es el único que trabaja para
sostener el reino de las tinieblas. Cualquiera que induce a otros a
pecar es un tentador. Cualquiera que imite al gran engañador, lo
auxilia. Los que prestan su influencia a sostener una mala obra,
están haciendo el trabajo de Satanás.
Las acciones revelan los principios y los motivos. El fruto que
llevan muchos de los que aseveran ser plantas de la viña del Señor
demuestra que no son sino cardos y espinas. Una iglesia entera
puede sancionar la mala conducta de alguno de sus miembros, pero