Página 112 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

Basic HTML Version

108
Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
avanzar continuamente de esta manera en dirección a la luz conocerá
a Dios y recibirá su ayuda.
Algunos de los que asisten al colegio no aprovechan el tiempo
debidamente. Llenos de la vivacidad juvenil, desprecian el refrena-
miento que se les impone. Se rebelan especialmente contra las reglas
que prohiben que los jóvenes brinden sus atenciones a las señoritas.
La maldad de este proceder en esta época degenerada se conoce
harto bien. Imitar las costumbres del mundo con respecto a esto
en un colegio donde están asociados tantos jóvenes, encauzaría sus
pensamientos en una dirección que estorbaría su búsqueda del cono-
cimiento y su interés en los asuntos religiosos. La infatuación tanto
de jóvenes y señoritas que fijan sus afectos los unos en los otros du-
rante sus años escolares, demuestra falta de buen criterio. Como en
su propio caso, el impulso ciego gobierna la razón y el juicio. Bajo
el poder de este engaño seductor, la grave responsabilidad que siente
todo cristiano sincero es echada a un lado, muere espiritualmente, y
el juicio y la eternidad pierden su pavoroso significado.
Todas las facultades de los que sufren de esta enfermedad conta-
giosa, el amor ciego, son afectadas por ella. Parecen carecer de buen
sentido y su proceder repugna a todos los que los contemplan. Mi
hermano, se ha convertido usted en objeto de crítica y se ha rebajado
ante los ojos de aquellos cuya aprobación debiera usted tener en esti-
ma. En muchos, esta enfermedad alcanza su punto crítico al llevarse
[104]
a cabo un matrimonio prematuro, y cuando pasa la novedad y el
poder encantador del amorío, una o ambas personas envueltas en la
relación, se dan cuenta de su verdadera situación. Se hallan entonces
mal casados, pero unidos para toda la vida. Unidos el uno al otro
por los más solemnes votos, contemplan con corazones desfallecien-
tes la miserable vida que les toca vivir. Están obligados a hacer lo
mejor que puedan de la situación, pero muchos no están dispuestos
a hacerlo. O terminarán siendo infieles a sus votos matrimoniales
o bien harán del yugo que insistieron en colocarse encima algo tan
amargo que no pocos cobardes deciden poner fin a su existencia.
La asociación con los que son vanidosos, superficiales y escép-
ticos producirá la depravación y la ruina moral. Los caballeros o
damas jóvenes que son audaces y atrevidos pueden tener algo de
agradable en su trato; pueden poseer brillantes dotes intelectuales
y destreza en hacer parecer que lo malo es preferible a lo bueno.