Página 114 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
que están aumentando la fuerza desmoralizadora que prevalece en
un grado tan espantoso. Es preciso que toda influencia que rodee a
los jóvenes esté del lado del bien, porque la depravación juvenil va
en aumento.
En el caso de la juventud mundana, el amor por la vida social y
el placer constituye una pasión absorbente. Vestirse, hacer visitas,
gratificar el apetito y las pasiones, y dedicarse con entusiasmo a la
disipación social, se convierte en el gran objetivo de su existencia.
No son felices si los dejan solos. Su deseo principal es ser admirados
y adulados, y causar sensación en la sociedad; y cuando este deseo
no es satisfecho, la vida les parece insoportable.
Los creyentes que se vistan con toda la armadura de Dios y que
dediquen algún tiempo diariamente a la meditación, la oración y
el estudio de las Escrituras, se vincularán con el cielo y ejercerán
una influencia salvadora y transformadora sobre los que los rodean.
Suyos serán los grandes pensamientos, las nobles aspiraciones, y las
claras percepciones de la verdad y el deber para con Dios. Anhelarán
la pureza, la luz, el amor y todas las gracias de origen celestial.
Sus sinceras oraciones penetrarán a través del velo. Esta clase de
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personas poseerá una confianza santificada para comparecer ante la
presencia del Infinito. Tendrán conciencia de que la luz y la gloria del
cielo son para ellos, y se convertirán en personas refinadas, elevadas
y ennoblecidas por causa de esta asociación íntima con Dios. Tal es
el privilegio de los verdaderos cristianos.
No basta la meditación abstracta; no basta la actividad laboriosa;
ambas cosas son esenciales para la formación del carácter cristiano.
La fuerza que se obtiene mediante la oración secreta ferviente nos
prepara para resistir las seducciones de la sociedad; y, sin embargo,
no debemos excluirnos del mundo, porque nuestra experiencia cris-
tiana ha de ser la luz del mundo. La asociación con los incrédulos no
nos hará ningún daño si nos entremezclamos con ellos con el propó-
sito de vincularlos con Dios, y si somos suficientemente fuertes en
lo espiritual para resistir su influencia.
Cristo vino al mundo para salvarlo, para vincular al hombre caí-
do con el Dios infinito. Los seguidores de Cristo han de ser canales
de luz. Manteniendo su comunión con Dios, han de transmitir las
preciosas bendiciones que reciben del cielo a los que yacen en las
tinieblas y el error. Enoc no se dejó contaminar con las iniquidades