Página 123 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Amonestaciones y reprensiones
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para afrontar las responsabilidades de la vida conyugal. Cuando
la novedad de un nuevo orden de cosas se disipó y el uno llegó a
conocer al otro, ¿se hizo más fuerte su amor y se entrelazaron sus
vidas en una bella armonía? Fue enteramente lo contrario. Comen-
zaron a acentuarse, mediante la repetición, los peores rasgos de sus
caracteres, y, en lugar de ser su vida conyugal feliz, ha sido más bien
una vida de crecientes dificultades, especialmente para la esposa.
Dios en su infinita misericordia, la ha probado, le ha salvado la vida
y extendido su tiempo de gracia, para que se haga apta para la vida
futura.
Su marido tiene un carácter lleno de defectos. Sin una transfor-
mación cabal por medio de la gracia de Dios, no estaría capacitado
para unirse en matrimonio con ninguna mujer. Está tan abastecido
de egoísmo, tan enteramente entregado a los hábitos de compla-
cencia propia, desidia y holgazanería que realmente necesita ser
disciplinado él mismo en lugar de desentenderse de la disciplina
de su esposa o sus hijos. La mente de este hombre se forjó dentro
de un molde inferior. Ha fomentado la brusquedad y otros rasgos
de carácter objetables, hasta el punto que me fue presentado como
persona que no tiene casi ninguna cualidad de carácter que pueda
redimirlo. Hay una sola esperanza, y es que llegue a verse tal cual
es y que de tal manera se desprecie y se repugne a sí mismo, que
procure tener un corazón nuevo; que nazca de nuevo, y se convierta
en un nuevo hombre en Cristo Jesús. Deberá transformarse en un
hombre diligente. Sería una gran ventaja para él si fuera hacendoso.
Su comportamiento ofende al Señor en el sentido de que atrae la
tentación. Su brusquedad, sus amenazas, su espíritu indomable y
descortés, harán que él sea una maldición para consigo mismo y
para con los demás. Se ha portado de manera áspera y descortés con
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la madre de su esposa. Cómo evitar todo lo que cause disensión y
cómo mantener inviolado el voto matrimonial, debiera ser de ahora
en adelante la preocupación de toda una vida, tanto del esposo como
de la esposa.
Son precisamente estos matrimonios no santificados los que
están engrosando las filas de los observadores del sábado. Dios
anhela que sus hijos sean felices y, si ellos aprenden de él, los salvará
de la miseria diaria que viene como consecuencia de estas uniones
desdichadas. Muchos matrimonios nunca podrán producir otra cosa