Página 124 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
sino miseria; y, sin embargo, la mente de los jóvenes se encauza por
este rumbo, porque Satanás los induce hacia allá, haciéndoles creer
que para ser felices tienen que casarse, cuando no tienen la capacidad
para dominarse a sí mismos o sostener una familia. Los que no están
dispuestos a adaptarse al temperamento del otro para así evitar las
desavenencias y contiendas, no debieran dar el paso; pero esta es
una de las trampas seductoras de los últimos días, donde miles echan
a perder su vida presente y futura. El ensueño, el romanticismo
enfermizo, debieran evitarse como si fueran lepra. Muchos de los
jóvenes de ambos sexos carecen de pudor; por lo tanto, es esencial
la precaución. Un carácter virtuoso es el cimiento sobre el cual hay
que construir; pero faltando el cimiento, el edificio es inservible.
Quienes han conservado un carácter virtuoso, aunque carezcan de
otras cualidades deseables, poseen verdadero valor moral.
Para que la iglesia prospere, los miembros que la integran deben
esmerarse por cultivar la preciosa planta del amor. Permitid que ella
disfrute de todas las ventajas para que pueda florecer en el corazón.
Todo verdadero cristiano debe desarrollar en esta vida las caracte-
rísticas del amor divino; ha de manifestar espíritu de tolerancia, de
beneficencia, y estar libre de celos y envidia. Semejante carácter,
desarrollado en palabra y en comportamiento, no repelerá y no será
inaccesible, frío o indiferente a los intereses ajenos. La persona que
cultiva la preciosa planta del amor será abnegada de espíritu, y no
perderá el dominio propio bajo la provocación. No culpará a otros
de malos motivos o intenciones, pero se lamentará profundamente
cuando el pecado sea descubierto en cualquiera de los discípulos de
Cristo.
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El amor no se ensalza. Es humilde; nunca hace que una persona
se jacte o se exalte a sí misma. El amor hacia Dios y hacia nuestro
prójimo no se revelará en actos precipitados ni nos hará dominantes,
criticadores o dictatoriales. El amor no se envanece. El corazón en el
cual reina el amor será guiado hacia un comportamiento bondadoso,
cortés y compasivo hacia los demás, sean éstos o no de nuestro
agrado, sea que nos respeten o que nos traten mal. El amor es un
principio activo; nos hace tener presente siempre lo bueno que hay
en los demás, guardándonos de esta manera de las acciones descon-
sideradas para que no perdamos de vista nuestro objetivo de ganar
almas para Cristo. El amor no procura lo suyo. No inducirá a las