Página 142 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
mismo tipo de hombres en sus días, y en todas las edades la iglesia
ha sufrido la maldición de su presencia. En Mileto, Pablo reunió
a los ancianos de la iglesia y los amonestó con respecto a lo que
tendrían que encarar: “Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el
rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto como superintendentes
para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia
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sangre. Porque yo sé que después de mi partida entrarán en medio
de vosotros lobos rapaces, que no perdonarán el rebaño. Y de vo-
sotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas
para arrastrar tras sí a los discípulos. Por tanto, velad, acordándoos
que por tres años, de noche y de día, no he cesado de amonestar con
lágrimas a cada uno”.
Hechos 20:28-31
.
El que admite la verdad mientras sigue en la injusticia, que decla-
ra creerla, y sin embargo la hiere cada día por su vida inconsecuente,
se entrega al servicio de Satanás, y lleva almas a la ruina. Esta clase
de personas tiene comunicación con los ángeles caídos, y recibe
ayuda de ellos para obtener el dominio de las mentes.
Cuando el poder hechicero de Satanás domina a una persona,
Dios queda olvidado y ensalzado el ser humano lleno de propósitos
corruptos. Estas almas: engañadas practican como virtud una licen-
cia secreta. Es ésta una especie de hechicería. Bien puede hacerse
la pregunta que hizo el apóstol a los Gálatas: “¿Quién os fascinó,
para no obedecer a la verdad, ante cuyos ojos Jesucristo fue ya des-
crito como crucificado entre vosotros?”
Gálatas 3:1
. Siempre hay
un poder hechicero en las herejías y en la licencia. La mente está
tan seducida que no puede razonar inteligentemente, y una ilusión la
desvía continuamente de la pureza. La visión espiritual se empaña;
y personas de moralidad hasta entonces intachable se confunden
bajo los sofismas engañadores de aquellos agentes de Satanás que
profesan ser mensajeros de luz. Este engaño es lo que da poder a
estos agentes.
Si ellos se presentasen audazmente e hiciesen abiertamente sus
proposiciones, serían rechazados sin un momento de vacilación;
pero obran primero de tal manera que inspiran simpatía y confianza
como si fuesen santos y abnegados hombres de Dios. Como sus
mensajeros especiales, empiezan entonces su artera obra de apartar
a las almas de la senda de la rectitud, y procuran anular la ley de
Dios.