Página 146 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
para el hombre. Debemos considerarla así, por hermoso que sea su
disfraz y cualquiera que sea la persona que la cometa.
Como embajadora de Cristo, os suplico a vosotros que profesáis
la verdad presente, para que rechacéis cualquier avance de la impu-
reza, y abandonéis la sociedad de aquellos que emiten una sugestión
impura. Repudiad estos pecados contaminadores con el más intenso
odio. Apartaos de aquellos que, aun en la conversación, permiten que
su mente siga esta tendencia; “porque de la abundancia del corazón
habla la boca”.
Mateo 12:34
.
Como el número de los que practican estos pecados contami-
nadores aumenta constantemente en el mundo, y ellos quisieran
introducirse en nuestras iglesias, os amonesto a que no les déis cabi-
da. Apartaos del seductor. Aunque profese seguir a Cristo, es Satanás
en forma humana; ha tomado prestada la librea del cielo para servir
mejor a su señor. No debierais ni por un momento dar cabida a una
sugestión impura y disfrazada; porque aun esto manchará el alma,
como el agua sucia contamina el conducto por el cual pasa.
Prefiramos la pobreza, el oprobio, la separación de nuestros
amigos o cualquier sufrimiento, antes que contaminar el alma con
el pecado. La muerte antes que el deshonor o la transgresión de la
ley de Dios, debiera ser el lema de todo cristiano. Como pueblo
que profesa ser constituido por reformadores que atesoran las más
solemnes y purificadoras verdades de la Palabra de Dios, debemos
elevar la norma mucho más alto de lo que está puesta actualmente.
El pecado y los pecadores que hay en la iglesia deben ser eliminados
prestamente, a fin de que no contaminen a otros. La verdad y la
pureza requieren que hagamos una obra más cabal para limpiar de
Acanes el campamento. No toleren el pecado en un hermano los
que tienen cargos de responsabilidad. Muéstrenle que debe dejar sus
pecados o ser separado de la iglesia.
Cuando los miembros individuales de la iglesia obren como
verdaderos seguidores del manso y humilde Salvador, entonces será
menos común encubrir y excusar el pecado. Todos se esforzarán por
obrar como en la presencia de Dios. Comprenderán que su ojo que
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todo lo ve, está siempre sobre ellos, y que él discierne el pensamiento
más secreto. El carácter, los motivos, los deseos y propósitos, son
tan claros como la luz del sol para los ojos del Omnipotente. Pero
pocos tienen esto presente. La inmensa mayoría no comprende cuán