Página 149 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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¿Robará el hombre a Dios?
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tribunal de la conciencia menos válidas que los contratos hechos
con los hombres?
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Cuando la luz divina resplandece en el corazón con claridad
y poder inusitados, el egoísmo habitual pierde su asidero y hay
disposición a dar para la causa de Dios. Nadie puede contar con que
se le dejará cumplir las promesas hechas entonces sin que Satanás
proteste. No le agrada ver fortalecido el reino del Redentor en la
tierra. El sugiere que la promesa hecha era excesiva, que lo estorbará
a uno en sus esfuerzos para adquirir propiedades, o satisfacer los
deseos de su familia. Es asombroso el poder que Satanás tiene
sobre la mente humana. Trabaja muy asiduamente para mantener al
corazón embargado por el yo.
El único medio que Dios ha dispuesto para hacer progresar su
causa consiste en bendecir a los hombres con propiedades. Les
da la luz del sol y la lluvia; hace florecer la vegetación; les da
salud y capacidad de adquirir recursos. Todas nuestras bendiciones
provienen de su mano bondadosa. En retribución, quiere él que
los hombres y las mujeres manifiesten su gratitud devolviéndole
una porción en diezmos y ofrendas: ofrendas de agradecimiento,
ofrendas voluntarias, y ofrendas por el pecado.
Los corazones humanos se endurecen por el egoísmo, y como
en el caso de Ananías y Safira, se sienten tentados a retener parte
del precio, aunque simulando cumplir con las reglas del diezmo.
¿Robará el hombre a Dios? Si los recursos afluyesen a la tesorería
en conformidad exacta con el plan de Dios, en la proporción de un
diezmo de toda ganancia, abundarían para llevar adelante su obra.
Bien, dice uno, siguen llegando los pedidos de dar para la causa.
Estoy cansado de dar. ¿Es verdad? Entonces, permítame preguntarle:
¿Está usted cansado de recibir de la benéfica mano de Dios? Mientras
él no cese de bendecirle, no cesará usted de estar bajo la obligación
de devolverle la porción que exige. El le bendice a usted para que
esté en situación de beneficiar a otros. Cuando usted esté cansado de
recibir, entonces podrá decir: Estoy cansado de tantas invitaciones
a dar. Dios reserva para sí una porción de todo lo que recibimos.
Cuando se la devolvemos, bendice el resto, pero si la retenemos, tarde
o temprano el conjunto resulta maldito. Primero viene el derecho de
Dios; todo otro derecho es secundario.