Página 151 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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¿Robará el hombre a Dios?
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entre nuestros hermanos. Tenían antes todo lo que podían atender,
pero el amor al dinero o un deseo de ser tenidos por tan ricos co-
mo sus vecinos, los induce a enterrar sus recursos en el mundo, y
retener lo que deben con justicia a Dios. ¿Podemos sorprendernos
si no son prosperados, y si Dios no bendice sus cosechas y se ven
chasqueados?
Si nuestros hermanos pudiesen recordar que Dios puede bendecir
veinte hectáreas de tierra y hacerlas producir tanto como cien, no
continuarían sepultándose en más tierras, sino que dejarían fluir sus
recursos a la tesorería de Dios. “Mirad por vosotros -dice Cristo-,
que vuestros corazones no sean cargados de glotonería y embriaguez,
y de los cuidados de esta vida”.
Lucas 21:34
. Le agrada a Satanás
haceros ensanchar vuestras granjas e invertir vuestros recursos en
empresas mundanas, porque al obrar así, no sólo impedís que la
causa progrese, sino que por la ansiedad y el recargo del trabajo,
reducís vuestras perspectivas de obtener la vida eterna.
Debiéramos prestar ahora atención a la orden de nuestro Salva-
dor: “Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no
se envejecen, tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no
llega, ni polilla corrompe”.
Lucas 12:33
. Ahora es cuando nuestros
hermanos debieran estar reduciendo sus propiedades en vez de au-
mentarlas. Estamos por trasladarnos a una patria mejor, a saber la
celestial. No seamos, pues, moradores de la tierra, sino más bien
reduzcamos nuestras cosas a la menor cantidad posible.
Se acerca el tiempo en que no podremos vender a ningún pre-
cio. Pronto se promulgará el decreto que prohibirá a los hombres
comprar o vender si no tienen la marca de la bestia. Hace poco nos
vimos cerca de que esto sucediese en California; pero resultó ser un
simulacro del soplo de los cuatro vientos. Por lo pronto éstos son
detenidos por los cuatro ángeles. No estamos del todo listos todavía.
Aún queda una obra por hacer, y luego los ángeles recibirán la orden
de soltar los cuatro vientos para que soplen sobre la tierra. Para los
hijos de Dios ese será un momento decisivo, un tiempo de angustia
tal como nunca lo hubo desde que hubo nación sobre la tierra. Ahora
es la oportunidad de trabajar.
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Entre muchos de los que profesan la verdad reina un espíritu
de inquietud. Algunos quieren marcharse a otro condado o Estado,
comprar extensos terrenos, y llevar a cabo grandes negocios; otros