Página 152 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
anhelan irse a la ciudad. De esta manera se deja a las iglesias pe-
queñas en un estado moribundo, débiles y desanimadas, cuando si
los que las dejan se hubieran conformado con trabajar en una escala
menor haciendo su pequeña parte fielmente, hubiesen complacido a
sus familias y quedado libres para mantener sus propias almas en
el amor de Dios. Pierden la poca propiedad que tenían, pierden su
salud, y finalmente abandonan la verdad.
El Señor viene. Que cada cual manifieste su fe por medio de
sus obras. La fe en el pronto advenimiento de Jesús está muriendo
en las iglesias, y el egoísmo los conduce a robar a Dios y atender
sus propios intereses. Cuando Cristo more en nosotros, seremos
abnegados como él lo fue.
En tiempos pasados hubo gran liberalidad de parte de nuestro
pueblo. No han sido mezquinos al responder a los pedidos de ayuda
en los diversos ramos de la obra, pero últimamente se ha notado
un cambio. Ha habido retención de los recursos, particularmente
de parte de nuestros hermanos en el este, mientras que a la vez
la mundanalidad y el amor por las cosas materiales han ido en
aumento. Hay un creciente olvido de las promesas hechas para
ayudar a nuestras diferentes instituciones y empresas. Las promesas
de ayuda para la construcción de una iglesia, para la dotación de
un colegio o para asistir en la obra misionera, se consideran como
promesas que las personas no están bajo la obligación de cumplir si
no les parece conveniente. Estas promesas fueron hechas bajo las
sagradas impresiones del Espíritu de Dios. Por lo tanto, no le robéis
reteniendo lo que justamente le pertenece. Hermanos y hermanas,
repasad vuestra vida pasada y ved si habéis sido rectos en vuestro
trato con Dios. ¿Tenéis algunas promesas que no habéis cumplido?
Si es así, resolved que las pagaréis si es que podéis.
Escuchad el consejo de Dios: “Traed todos los diezmos al alfolí
y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová
de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derra-
maré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé
también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la
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tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril...” “Y todas las naciones
os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable”.
Malaquías
3:10-12
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