Página 154 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
se recibe una suma menor que la que se prometió en el testamento.
Satanás hasta inculca en el corazón de los hombres y mujeres que
se opongan a que los familiares hagan lo que quieran en relación
con la dotación de su propiedad. Al parecer estiman que todo lo
que se dé al Señor representa un robo hecho a los familiares de
los finados. Si deseáis que vuestros recursos sean dedicados a la
causa, entregadlos, o por lo menos todo lo que realmente no os hace
falta para vuestra mantención, mientras vivís. Unos pocos de los
hermanos están haciéndolo así y disfrutan de la satisfacción de ser
ejecutores de su propio testamento. Por su avaricia, ¿tendrán los
hombres que ser privados de la vida para que lo que Dios les ha
prestado no permanezca inservible para siempre? Que ninguno de
vosotros atraiga sobre sí el destino del siervo inútil que ocultó bajo
tierra el dinero de su Señor.
La caridad que se manifiesta en el lecho de muerte no puede
sustituir a la benevolencia que se ejerce mientras se está lleno de vida.
Muchos les dejan a sus amigos y parientes todo menos una parte
insignificante de su propiedad. Eso es lo que le dejan a su Amigo
supremo, que se empobreció por causa de ellos, que sufrió insultos,
burlas y muerte para que ellos pudieran llegar a ser hijos e hijas de
Dios. Y sin embargo, esperan que, cuando los justos muertos surjan
a la vida inmortal, ese Amigo los lleve a las habitaciones eternas.
Robamos a la causa de Cristo, no por un mero pensamiento pa-
sajero, no por un acto impremeditado. No. Usted hizo su testamento
como una acción deliberada, colocando su propiedad a la disposición
de incrédulos. Después de haberle robado a Dios durante su vida,
usted sigue robándole después de su muerte, y lo hace con el pleno
consentimiento de todas sus facultades mentales, en un documento
llamado “testamento” o “última voluntad”. ¿Cuál cree usted que
será la voluntad de su Maestro con respecto a usted, por haberse
apropiado así de los bienes de él? ¿Qué dirá usted cuando le pidan
cuenta de su mayordomía?
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Hermanos, despertad de vuestra vida egoísta, y actuad como cris-
tianos consecuentes. El Señor requiere de vosotros que economicéis
vuestros medios y que hagáis llegar a la tesorería cada dólar que no
necesitéis para vuestra legítima comodidad. Hermanas, tomad esos
diez centavos, esos veinte centavos, ese dólar que estábais por gastar
en dulces, en cintas o encajes, y donadlo a la causa de Dios. Muchas