Página 157 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El poder de la verdad
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verdad será presentada, no como una teoría fría y muerta, sino con
la demostración del Espíritu.
En sus discursos, muchos de nuestros ministros se concentran
demasiado en la teoría y poco en la religión práctica. Tienen un
conocimiento intelectual de la verdad, pero sus corazones no han
sido tocados con el ardor genuino del amor de Cristo. Por medio
del estudio de nuestras publicaciones muchos han obtenido un co-
nocimiento más profundo y extenso del plan de la salvación según
está revelado en las Escrituras. Les predican a los demás, pero son
ellos mismos enanos con respecto al crecimiento religioso. No se
presentan a menudo ante Dios para rogar por su Espíritu y su gracia,
con el fin de presentar a Cristo correctamente ante el mundo.
La fuerza humana es debilidad; la sabiduría humana es locura.
Nuestro éxito no depende de nuestros talentos o preparación, sino de
nuestra conexión vital con Dios. A la verdad se le resta poder cuando
es predicada por hombres que procuran exhibir su propio conoci-
miento y aptitud. Los tales también dan a entender que saben muy
poco acerca de la religión experimental, que no son consagrados de
corazón y vida, y que están llenos de orgullo vano. No aprenden
de Jesús. No pueden presentar a otros un Salvador a quienes ellos
mismos no conocen. Sus propios corazones no han sido suavizados
ni subyugados por una visión clara del gran sacrificio hecho por
Cristo para salvar al hombre perdido. No reconocen que es un privi-
legio negarse a sí mismos y sufrir por su bendita causa. Algunos se
ensoberbecen y hablan de sí mismos; preparan sermones y artículos
para llamar la atención del pueblo hacia el ministro, temiendo que no
recibirán el honor que se merecen. Si hubiera habido más exaltación
de Jesús y menos del ministro, más adoración dada al Autor de la
verdad y menos a los mensajeros, ocuparíamos una posición más
favorable ante Dios que la que ocupamos hoy.
No se presenta el plan de la salvación en su sencillez debido a
que pocos ministros saben lo que es una fe sencilla. No basta tener
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un conocimiento intelectual de la verdad; es preciso que conozcamos
su poder sobre nuestros propios corazones y vidas. Los ministros
necesitan venir a Cristo como niños pequeños. Hermanos, buscad
a Jesús; confesad vuestros pecados, rogad ante Dios día y noche,
hasta que sepáis que en el nombre de Cristo habéis sido perdonados
y aceptados. Entonces amaréis mucho porque se os habrá perdonado