Página 160 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Para progresar en la vida espiritual, tenemos que pasar mucho
tiempo en oración. Cuando el mensaje de verdad se proclamó por
primera vez, ¡cuánto se oraba! ¡Cuán a menudo se oía en las cáma-
ras, en el establo, en el huerto o en la arboleda la voz intercesora!
A menudo pasábamos horas enteras en oración, dos o tres juntos
reclamando la promesa; con frecuencia se escuchaba el sonido del
llanto, y luego la voz de agradecimiento y el canto de alabanza. Hoy
está más cerca el día del Señor que cuando primero creímos, y debié-
ramos ser más dedicados, más celosos y fervientes que en aquellos
primeros días. Los peligros que encaramos son mayores ahora que
entonces. Las almas estaban más endurecidas. Ahora necesitamos
ser imbuidos por el espíritu de Cristo, y no debiéramos descansar
hasta no recibirlo.
Hermanos y hermanas, ¿habéis olvidado que vuestras oraciones,
cual hoces agudas, deben acompañar a los labradores que salen al
gran campo de cosecha? Debéis tener temporadas de oración por
los hombres jóvenes que salen a predicar la verdad. Rogad que Dios
los una a sí mismo y que les imparta sabiduría, gracia, y conoci-
miento. Pedid que sean guardados de las trampas de Satanás y que
sean mantenidos puros de pensamiento y consagrados de corazón.
Os ruego a vosotros que teméis al Señor que no perdáis tiempo
en conversaciones de poco valor y en el trabajo innecesario para
satisfacer vuestra vanidad o en darle gusto al apetito. Emplead el
tiempo economizado y rogad encarecidamente en oración por vues-
tros ministros. Sostened sus manos como Aarón y Hur sostuvieron
las de Moisés.
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