Página 162 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
El Señor habla; entrad en vuestro cuarto y en silencio meditad
de corazón; escuchad la voz de la verdad y de la conciencia. Nada
producirá más exactas opiniones acerca de uno mismo que la ora-
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ción secreta. Aquel que ve en secreto y que conoce todas las cosas
alumbrará vuestro entendimiento y contestará vuestras peticiones.
Deberes claros y sencillos que no deben ser olvidados serán pre-
sentados ante vosotros. Haced un pacto con Dios de entregaos a
vosotros mismos y todas vuestras fuerzas a su servicio. No vayáis a
la reunión campestre sin haber terminado esta obra. Si no se hace
en la casa, vuestra propia alma sufrirá, y otros serán seriamente
afectados por vuestra frialdad, vuestro estupor y letargo espiritual.
He visto la condición del pueblo que profesa la verdad. Las
palabras del profeta Ezequiel se aplican a ellos en este tiempo: “Hijo
de hombre, estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón, y han
establecido el tropiezo de su maldad delante de su rostro, ¿Acaso he
de ser yo en modo alguno consultado por ellos? Háblales, por tanto,
y diles: Así ha dicho Jehová el Señor: Cualquier hombre de la casa
de Israel que hubiere puesto sus ídolos en su corazón, y establecido
el tropiezo de su maldad delante de su rostro, y viniere al profeta,
yo Jehová responderé al que viniere conforme a la multitud de sus
ídolos”.
Ezequiel 14:3-4
.
Si amamos las cosas del mundo y nos complacemos en la injus-
ticia o tenemos comunión con las obras infructuosas de las tinieblas,
hemos puesto el tropiezo de nuestra iniquidad delante de nuestro
rostro y puesto ídolos en nuestro corazón. Y, a menos que mediante
un esfuerzo determinado los quitemos de en medio, nunca seremos
reconocidos como hijos e hijas de Dios.
He ahí la obra que deben llevar a cabo las familias antes de venir
a nuestras santas convocaciones. Que los preparativos de alimentos y
de vestido sean un asunto secundario, pero que el examen profundo
del corazón comience en el hogar. Orad tres veces al día, y, cual
Jacob, sed persistentes. El hogar es donde debéis encontrar a Jesús;
luego llevadlo con vosotros a la reunión y ¡cuán preciosas serán
las horas que paséis allí! Sin embargo, ¿cómo esperaréis sentir
la presencia del Señor y contemplar la manifestación de su poder
si olvidáis la obra individual de preparación necesaria para esa
ocasión?