Página 169 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El amor fraternal
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también pecadores! Si en su diario convivir los cristianos pusiesen
por obra los principios de esta oración, ¡qué cambio bendecido se
obraría en la iglesia y en el mundo! Este sería el testimonio más
convincente que se pudiera dar acerca de la realidad de la religión
bíblica.
Dios espera más de sus seguidores de lo que muchos piensan. A
menos que querramos edificar nuestra esperanza de alcanzar el cielo
sobre un cimiento falso, hemos de aceptar la Biblia tal como está
escrita y creer que el Señor quiere decir lo que dice. Dios nos da su
gracia para que podamos llevar a cabo todo lo que él requiere de
nosotros. Si no alcanzamos la norma que se nos indica en su Palabra,
no tendremos ninguna excusa que ofrecer en el día del Señor.
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El apóstol nos amonesta: “El amor sea sin fingimiento. Abo-
rreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los unos a los otros con
amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros”.
Romanos 12:9, 10
. Es el deseo de Pablo que distingamos entre el
amor acendrado y abnegado que es inspirado por el Espíritu de Cris-
to, y el fingimiento engañoso y carente de sentido que abunda en
el mundo. Esta vil falsificación ha hecho desviar a muchas almas.
Ella borraría la distinción entre el bien y el mal poniéndose del
lado del transgresor en lugar de señalarle fielmente sus errores. Un
procedimiento tal nunca brota de una verdadera amistad. El espíritu
que lo estimula mora únicamente en el corazón carnal. Aunque el
cristiano será siempre bondadoso, compasivo y perdonador, nunca
sentirá que está en armonía con el pecado. Aborrecerá el mal y se
aferrará a lo que es bueno, a expensas de la asociación o amistad
con los infieles. El Espíritu de Dios hará que odiemos el pecado,
mientras que a la vez estamos dispuestos a hacer cualquier sacrificio
por salvar al pecador.
“Esto, pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como
los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente, teniendo
el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la
ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón; los cuales,
después que perdieron toda sensibilidad, se entregaron a la lascivia
para cometer con avidez toda clase de impureza”.
Efesios 4:17-
19
. En el nombre del Señor Jesús y bajo su autoridad, el apóstol
amonesta a sus hermanos que después de haber hecho profesión del
Evangelio, no debieran conducirse como lo hacían los gentiles, sino