Página 170 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
que debían demostrar por medio de su comportamiento diario que
se habían convertido de corazón.
“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hom-
bre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos
en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado
según Dios en la justicia y santidad de la verdad”.
Efesios 4:22-24
.
En un tiempo estaban corrompidos, degradados y esclavizados por
las pasiones lascivas; endrogados por los opios del mundo, ciegos,
confundidos y engañados por las tretas de Satanás. Ahora que fue-
ron enseñados en la verdad tal como es en Jesús, tiene que haber un
cambio decidido en su vida y carácter.
[161]
El recibimiento de miembros cuyos corazones y vida no han sido
renovados y reformados ocasiona debilidad en la iglesia. A menudo
se pasa por alto este hecho. Algunos ministros e iglesias están tan
ansiosos de tener un aumento en Números que no dan su testimonio
fielmente en contra de hábitos y prácticas no cristianos. No se en-
seña a los que aceptan la verdad que no pueden hallar seguridad en
ser mundanos en su comportamiento y cristianos de nombre. Hasta
ahora habían estado sujetos a Satanás; de ahora en adelante han de
estar sujetos a Cristo. La vida tiene que dar testimonio de que ha
habido un cambio de líderes. La opinión pública favorece la mera
profesión de cristianismo. Se necesita poca abnegación o sacrificio
personal para exhibir una apariencia de piedad y hacer que se re-
gistre nuestro nombre en el libro de la iglesia. Por lo tanto, muchos
se unen a la iglesia sin haberse primero unido a Cristo. Satanás se
regocija cuando esto sucede. Tales conversos son sus agentes más
eficaces. Sirven como trampa para otras almas. Son luces falsas que
seducen a los incautos hacia la perdición. Es en vano que los hom-
bres procuran hacer del sendero cristiano algo amplio y placentero
para los mundanos. Dios no ha suavizado ni ensanchado el camino
escabroso y estrecho. Si queremos entrar en la vida, hemos de seguir
el mismo camino que Jesús y sus discípulos transitaron, el camino
de la humildad, la abnegación y el sacrificio.
Asegúrense los ministros que sus propios corazones sean san-
tificados por la verdad, y que luego trabajen para que se vean los
mismos resultados en sus conversos. Lo que necesitan tanto los mi-
nistros como el pueblo, es la religión pura. Aquellos que apartan la
iniquidad de sus corazones y que extienden sus manos en ferviente