Página 173 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El amor fraternal
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¿Habéis aprendido a controlar la lengua de tal manera que ella
siempre obedezca los dictados de una conciencia iluminada y de
afectos piadosos? ¿Está libre vuestra conversación de liviandad,
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orgullo y malicia, engaño e impureza? ¿Estáis sin engaño ante Dios?
Las palabras ejercen un gran poder. Si es posible, Satanás mantendrá
la lengua activa en su servicio. Por nosotros mismos no podemos
controlar a este miembro indócil. Nuestra única esperanza es la
gracia divina.
Los cristianos que ansiosamente estudian cómo pueden asegu-
rarse de la preeminencia debieran más bien estudiar cómo pueden
adquirir aquella sabiduría que “es primeramente pura, después pa-
cífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos,
sin incertidumbre ni hipocresía”.
Santiago 3:17
. Se me ha mostrado
que muchos ministros necesitan que estas palabras sean grabadas en
su corazón. El creyente dentro del cual Cristo se ha formado como
esperanza de gloria mostrará “por la buena conducta sus obras en
sabia mansedumbre”.
vers. 13
.
Pedro exhorta de la siguiente manera a los creyentes: “Sed todos
de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, miseri-
cordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por
maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis
llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar
la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios no
hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y
sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos
atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos
que hacen el mal”.
1 Pedro 3:8-12
.
Cuando el camino recto está tan claramente delineado, ¿por qué
el pueblo profeso de Dios no anda en él? ¿Por qué no estudian y
oran y trabajan con ahínco para ser de un solo pensar? ¿Por qué
no procuran tener en sus corazones compasión el uno por el otro,
amar a sus hermanos en vez de devolver mal por mal y reproche por
reproche? ¿Quién no ama la vida y desea largos días? Sin embargo,
¡cuán pocos cumplen con las condiciones de refrenar la lengua y
guardar los labios de hablar engaño! Pocos están dispuestos a se-
guir el ejemplo de mansedumbre y humildad del Salvador. Muchos
le piden al Señor que los humille, pero no están dispuestos a so-
meterse a la disciplina necesaria. Cuando les llega el momento de