Página 174 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
prueba y ocurren vejaciones y molestias, el corazón se rebela y la
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lengua profiere palabras que son como saetas envenenadas o granizo
agostador.
La maledicencia es una maldición doble que recae con mayor
peso sobre el que la práctica que sobre el que presta oído. El que
esparce las semillas de la contienda cosecha los frutos mortíferos
dentro de su propia alma. ¡Cuán miserable es el chismoso, el que da
lugar a las malas sospechas! Para él, la felicidad es algo ajeno.
“Bienaventurados los pacificadores”.
Mateo 5:9
. La gracia y la
paz descansan sobre los que rehusan participar en las contiendas de
lenguas. Cuando los mercaderes del escándalo se pasean de familia
en familia, los que temen a Dios serán castos defensores del hogar. El
tiempo que tan a menudo es peor que malgastado en chismes vanos,
frívolos y maliciosos, se debe dedicar a fines más elevados y nobles.
Si nuestros hermanos y hermanas se convirtiesen en misioneros de
Dios, visitando a los enfermos y afligidos y trabajando paciente y
bondadosamente por los errantes, en breve, si imitaran al Modelo, la
iglesia prosperaría en todas sus fronteras.
El pecado de la calumnia comienza cuando se acarician malos
pensamientos. El engaño incluye la impureza en todas sus formas. Al
tolerarse un pensamiento impuro y acariciarse un deseo no santifica-
do, el alma se contamina y se compromete su integridad. “Entonces
la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y
cuando el pecado es consumado, produce la muerte”.
Santiago 1:15
.
Para no cometer pecado, tenemos que resistir sus mismos comienzos.
Todo afecto y pasión han de sujetarse a la razón y a la conciencia.
Todo pensamiento no santificado debe ser repelido inmediatamente.
Encerraos en vuestros cuartos, seguidores de Cristo. Orad con fe y
de todo corazón. Satanás procura haceros caer en su trampa. Para
escaparos de sus tretas, es preciso que recibáis ayuda de lo alto.
Por medio de la fe y la oración todos pueden cumplir los requi-
sitos del Evangelio. Nadie puede ser forzado a transgredir. Primero
tiene que ganarse el consentimiento propio; el alma tiene que propo-
nerse cometer el acto pecaminoso antes que la pasión pueda dominar
la razón o que la iniquidad triunfe sobre la conciencia. No importa
cuán fuerte sea la tentación, no es excusa para el pecado. “Los ojos
de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de
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ellos”.
Salmos 34:15
. Alma tentada, clama a Jehová. Arrójate in-