Página 178 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
los seculares, sin que necesite valerse de sus propios esfuerzos. La
carrera no es siempre para los veloces, ni la batalla para los fuertes;
sin embargo, el que trabaje con mano perezosa empobrecerá. Los
perseverantes y laboriosos no sólo son felices ellos mismos, sino que
contribuyen grandemente a la felicidad ajena. La competencia y la
comodidad no se alcanzan generalmente sino por ardoroso trabajo.
Faraón demostró su aprecio por este rasgo de carácter cuando dijo a
José “Si entiendes que hay entre ellos hombres eficaces, ponlos por
mayorales del ganado mío”.
Génesis 47:6
.
El Hno. _____ no tiene excusa, a menos que sean una excusa el
amor a la comodidad y la incapacidad de hacer planes y ponerse a
trabajar. La mejor conducta que le incumbe ahora es irse de casa y
trabajar bajo la dirección de otro que haga planes para él. Ha sido
durante tanto tiempo un negligente e indolente amo para consigo
mismo, que realiza poco, y su ejemplo es malo para sus hijos. Ellos
llevan la estampa de su carácter. Dejan que la madre lleve las cargas.
Cuando se les pide que hagan algo, lo hacen; pero no cultivan, como
deben hacerlo todos los niños, la facultad de ver lo que necesita ser
hecho y hacerlo sin que se les diga.
[169]
Una mujer se perjudica a sí misma y a los miembros de su
familia gravemente cuando hace el trabajo suyo y el de ellos también;
cuando trae la leña y el agua, y aun toma el hacha para cortar la leña,
mientras su esposo y sus hijos permanecen sentados alrededor del
fuego en agradable reunión social. Dios nunca se propuso que las
esposas y madres fuesen esclavas de sus familias. Más de una madre
está sobrecargada de cuidados, porque no ha enseñado a sus hijos a
participar de las cargas domésticas. Como resultado, ella envejece
y muere prematuramente, dejando a sus hijos precisamente cuando
más necesitan a una madre que guíe sus pies inexpertos. ¿Quién
tiene la culpa?
Los esposos deben hacer todo lo que puedan para ahorrar cuida-
dos a la esposa, y mantener alegre su espíritu. Nunca debe fomen-
tarse la ociosidad ni permitirse en los niños, porque pronto viene
a ser un hábito. Cuando no se las dedica a ocupaciones útiles, las
facultades degeneran o se vuelven activas en obras malas.
Lo que usted necesita, hermano mío, es ejercicio activo. Cada
rasgo de su rostro, cada facultad de su mente lo indica. A usted no