La diligencia en los negocios
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le gusta el trabajo rudo, ni ganarse el pan con el sudor de su frente.
Pero éste es el plan ordenado por Dios en la economía de la vida.
Usted no termina lo que emprende. No se ha disciplinado en la
regularidad. El sistema es todo. Haga tan sólo una cosa a la vez, y há-
gala bien, terminándola antes de empezar el segundo trabajo. Usted
debiera tener horas regulares para levantarse, orar, comer. Muchos
malgastan horas de precioso tiempo en cama, porque ello satisface
la inclinación natural, y el obrar de otra manera requiere esfuerzo.
Una hora desperdiciada por la mañana está perdida, y nunca se ha
de recuperar. Dice el sabio: “Pasé junto a la heredad del hombre
perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento; y he
aquí que por toda ella habían ya crecido espinas, ortigas habían ya
cubierto su haz, y su cerca de piedra estaba ya destruida. Y yo miré
y púselo en mi corazón: vilo, y tomé consejo. Un poco de sueño,
cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano otro poco para
dormir; así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como
hombre de escudo”.
Proverbios 24:30-34
.
Los que aseveran tener la menor medida de piedad, deben ador-
nar la doctrina que profesan, y no dar ocasión a que la verdad sea
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vilipendiada por causa de su conducta desconsiderada. “No debáis
a nadie nada”, dice el apóstol.
Romanos 13:8
. Usted debe ahora,
hermano mío, emprender fervorosamente la corrección de sus cos-
tumbres de indolencia, redimiendo el tiempo. Deje ver al mundo que
la verdad obró una reforma en su vida.
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