Página 195 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La consulta a los médicos espiritistas
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él. Debemos mantenernos cerca de la Palabra de Dios. Necesitamos
sus amonestaciones y estímulos, sus amenazas y promesas. Necesi-
tamos el ejemplo perfecto que se halla únicamente en la vida y el
carácter de nuestro Salvador.
Los ángeles de Dios preservarán a sus hijos mientras ellos anden
en la senda del deber; pero no pueden contar con tal protección
los que se aventuran deliberadamente en el terreno de Satanás. Un
agente del gran engañador dirá y hará cualquier cosa para lograr su
objeto. Poco importa que se llame espiritista, o que asevere curar
por el “magnetismo”. Mediante declaraciones capciosas, se granjea
la confianza de los incautos. Pretende leer la historia de la vida y
comprender todas las dificultades y aflicciones de los que recurren
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a él. Disfrazándose como ángel de luz, mientras que en su corazón
está la negrura del abismo, manifiesta gran interés en las mujeres que
solicitan su consejo. Les dice que todas sus dificultades se deben a
un casamiento desgraciado. Esto puede ser demasiado cierto, pero el
tal consejero no mejora su condición. Les dice que lo que necesitan
es amor y simpatía. Asumiendo gran interés en su bienestar, echa
un ensalmo sobre sus víctimas desprevenidas, encantándolas como
la serpiente encanta al ave temblorosa. Pronto están completamente
en su poder; el pecado, la deshonra y la ruina son las terribles
consecuencias.
Estos obreros de iniquidad no son pocos. Su senda está señalada
por hogares desolados, reputaciones marchitas, y corazones que-
brantados. Pero de todo esto el mundo sabe poco; siguen haciendo
nuevas víctimas, y Satanás se regocija por la ruina que ha producido.
El mundo visible y el invisible están en estrecho contacto. Si
pudiese alzarse el velo, veríamos a los malos ángeles ciñendo sus
tinieblas en derredor nuestro, y trabajando con todas sus fuerzas para
engañar y destruir. Los hombres perversos están rodeados, incitados
y ayudados por los malos espíritus. El hombre de fe y oración confió
su alma a la dirección divina, y los ángeles de Dios le traen luz y
fuerza del cielo.
Nadie puede servir a dos señores. La luz y las tinieblas no son
más opuestas entre sí que el servicio de Dios y el servicio de Satanás.
El profeta Elías presentó el asunto con toda claridad cuando intrépi-
damente suplicó al apóstata Israel: “Si Jehová es Dios, seguidle; y si
Baal, id en pos de él”.
1 Reyes 18:21
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