Página 202 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Padre por la humanidad culpable y nos lo presenta como justo y
como justificador de los que creen.
“Ni aun Cristo se agradó a sí mismo”.
Romanos 15:3
. No hizo
nada para sí; hizo su obra en favor del hombre. El egoísmo se
avergonzó ante su presencia. Asumió nuestra naturaleza para poder
sufrir en nuestro lugar. El egoísmo, el pecado del mundo, se ha
convertido en el pecado prevaleciente de la iglesia. Al sacrificarse
a sí mismo por el bien de la humanidad, Cristo hiere el egoísmo
en su misma raíz. No retrajo nada, ni aun su propio honor y gloria
celestial. El espera una abnegación y sacrificio correspondientes de
parte de aquellos a quienes él vino a bendecir y a salvar. A cada cual
se le exige trabajar conforme a su capacidad. Todo afán mundanal
debe ser puesto a un lado para la gloria de Dios. El único deseo de
ventajas terrenales debiera ser el de hacer marchar la causa de Dios
de una manera mejor.
Los intereses de Cristo y de sus seguidores debieran ser idénticos;
pero el mundo juzga que son separados y distintos, porque los que
profesan ser de Cristo persiguen sus propios fines con tanto ahínco
y malgastan sus bienes tan egoístamente como los que no profesan
nada. Ponen la prosperidad terrenal en primer lugar; nada se equipara
a esto. La causa de Cristo tiene que esperar hasta que ellos recojan
una porción para sí mismos. Tienen que aumentar sus ganancias
a toda costa. Las almas tienen que perecer sin un conocimiento
de la verdad. ¿Cuánto valdrá un alma por la que Cristo murió en
comparación con sus ganancias, su mercancía, sus casas y terrenos?
Las almas tienen que esperar hasta que ellos se preparen para hacer
algo. A estos servidores de Mammón Dios los llama siervos infieles
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y perezosos, pero Mammón se enorgullece de ellos y los considera
entre sus adeptos más diligentes y devotos. Sacrifican los bienes de
su Señor en el altar de la comodidad y el placer. El yo es su ídolo.
¡No hacer nada para traer almas a Jesús, quien lo sacrificó todo
para poner la salvación a nuestro alcance! El egoísmo está apartando
de la iglesia la benevolencia y el amor de Cristo. Se despilfarran
millones del dinero del Señor en la gratificación de la concupiscencia
mundanal, mientras que su tesorería está vacía. No sé realmente
cómo presentar este asunto ante vosotros tal como a mí se me ha
presentado. Se gastan miles de dólares cada año en complacer la
vanidad en el vestir. Esos mismos recursos debieran emplearse para