El sello de Dios
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para salvar a otros, esperando en Dios con fe vigorosa para obtener
ayuda. “La oración del justo, obrando eficazmente puede mucho”.
Santiago 5:16
.
La levadura de la piedad no ha perdido todo su poder. En el
tiempo en que son mayores el peligro y la depresión de la iglesia,
el pequeño grupo que se mantiene en la luz estará suspirando y
clamando por las abominaciones que se cometen en la tierra. Pero
sus oraciones ascenderán más especialmente en favor de la iglesia,
porque sus miembros están obrando a la manera del mundo.
No serán vanas las oraciones de estos pocos fieles. Cuando
el Señor salga como vengador, vendrá también como protector de
todos aquellos que hayan conservado la fe en su pureza y se hayan
mantenido sin mancha del mundo. Será entonces el tiempo en que
Dios prometió vengar a sus escogidos que claman día y noche,
aunque sea longánime con ellos.
La orden es: “Pasa por medio de la ciudad, por medio de Je-
rusalem, y pon una señal en la frente a los hombres que gimen y
que claman a causa de todas las abominaciones que se hacen en
medio de ella”.
Ezequiel 9:4
. Estos que suspiran y lloran han estado
ofreciendo las palabras de vida; han reprendido, han aconsejado y
suplicado. Algunos de los que estaban deshonrando a Dios se han
arrepentido y han humillado su corazón delante de él. Pero la gloria
del Señor se ha apartado de Israel; aunque muchos perseveraban en
las formas de la religión, faltaban el poder y la presencia de Dios.
En el tiempo en que su ira se manifieste con castigos, estos hu-
mildes y consagrados discípulos de Cristo se distinguirán del resto
del mundo por la angustia de su alma, expresada en lamentaciones
y lloros, reproches y amonestaciones. Mientras que otros procuran
arrojar un manto sobre el mal existente, y excusar la gran impiedad
que prevalece por doquiera, los que tienen celo por el honor de Jeho-
vá y amor por las almas no callarán para obtener el favor humano.
Sus almas justas se afligen día tras día por las obras y conversaciones
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profanas de los impíos. Son impotentes para detener el torrente de la
iniquidad; de ahí que se llenen de pesar y alarma. Lloran delante de
Dios al ver la religión despreciada en los mismos hogares de aque-
llos que han tenido gran luz. Se lamentan y afligen sus almas porque
en la iglesia hay orgullo, avaricia, egoísmo y engaño de casi toda
clase. El Espíritu de Dios, que inspira la reprensión, es pisoteado,