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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Muchos no están conscientes de su condición ni del peligro que
corren; y hay mucho en el carácter y el estilo de la obra de Cristo
que se opone a todo principio mundanal y al orgullo del corazón
humano. Jesús requiere que nos entreguemos confiadamente en sus
manos y que confiemos en su amor y sabiduría.
Como Nicodemo, nos podemos jactar de que nuestro carácter
moral no ha estado errado y que no tenemos necesidad de humillar-
nos ante Dios como un pecador común y corriente. Sin embargo,
tenemos que conformarnos con entrar en la vida eterna tal como lo
hace el primero de los pecadores. Tenemos que renunciar a nuestra
propia justicia y rogar para que la justicia de Cristo nos sea imputada.
Para recibir fuerza, tenemos que depender enteramente de Cristo. El
yo tiene que morir. Tenemos que reconocer que todo lo que desea-
mos proviene de las sobreabundantes riquezas de la divina gracia.
Que sea éste el lenguaje de vuestro corazón: “No a nosotros, oh
Señor, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, y en nombre
de tu verdad”.
La fe genuina es seguida por el amor, y el amor por la obedien-
cia. Todas las fuerzas y pasiones del hombre convertido son puestas
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bajo el control de Cristo. Su Espíritu es un poder renovador que
transforma a la imagen divina a todo aquel que lo recibe. Me apena
decir que sólo unos pocos de los que profesan la verdad saben lo
que significa esta experiencia. Muchos siguen sus propios caminos y
acarician sus pasiones pecaminosas, mientras que a la vez profesan
ser discípulos de Cristo. Nunca han rendido sus corazones a Dios.
Como las vírgenes insensatas, no llevaron consigo aceite en sus va-
sijas para sus lámparas. Mis hermanos, os digo que un gran número
de los que profesan creer, y hasta enseñar la verdad, son esclavos
del pecado. Las bajas pasiones contaminan la mente y corrompen el
alma. Algunos que viven en la iniquidad más vil han usado la librea
del cielo para poder servir a Satanás de una manera más eficaz.
“El que es nacido de Dios no práctica el pecado”.
1 Juan 3:9;
5:8
. Siente que ha sido comprado por la sangre de Cristo y que
está sujeto por los votos más solemnes a glorificar a Dios tanto
en su cuerpo como en su espíritu, los cuales pertenecen a Dios.
El amor al pecado y el amor propio están en sujeción en su ser.
Diariamente se pregunta: “¿Qué pagaré a Jehová por todos sus
beneficios para conmigo?”
Salmos 116:12
. “Señor, ¿qué quieres que