Página 225 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Una exhortación
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tada. El fue hecho pecado por nosotros, para que pudiésemos ser
hechos justicia de Dios en él. Tenemos acceso a Dios por él; somos
aceptos en el Amado. Quien quiera que por sus palabras o acciones
perjudique al creyente, hiere con ello a Jesús. Quien quiera que dé
una copa de agua fría a un discípulo porque es hijo de Dios, será
considerado por Cristo como habiéndosela dado a él mismo.
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Cuando Cristo estaba por abandonar a sus discípulos, les dio
el hermoso emblema de su relación con los creyentes. Había esta-
do presentándoles la íntima comunión consigo mismo por la cual
podrían mantener la vida espiritual cuando su presencia visible se
retrajese. Para grabar la lección en sus mentes, les presentó la vid
como el símbolo más llamativo y apropiado de esa comunión.
Los judíos habían considerado siempre la vid como la más noble
de las plantas, y una figura de todo lo que era poderoso, excelente y
fructífero. “La vid -parece querer decir nuestro Señor- que vosotros
estimáis tan altamente, es un símbolo. Yo soy la realidad; yo soy
la vid verdadera. Como nación apreciáis la vid; como pecadores
debierais apreciarme a mí por encima de todas las cosas terrenales.
El sarmiento no puede vivir separado de la vid; tampoco podéis vivir
vosotros a menos que permanezcáis en mi”.
Todo seguidor de Cristo tiene un interés tan profundo en esta
lección como los discípulos que escucharon sus palabras. En su
apostasía, el hombre se enajenó de Dios. La separación es grande y
temible; pero Cristo ha hecho provisión para una vez más unirnos
con él. El poder del mal está tan identificado con la naturaleza
humana, que ningún hombre puede vencer, excepto mediante la
unión con Cristo. A través de esta unión recibimos fuerza moral
y espiritual. Si tenemos el Espíritu de Cristo, rendiremos el fruto
de la justicia, un fruto que será una honra y una bendición para la
humanidad y glorificará a Dios.
El Padre es el cuidador de la viña. Con destreza y misericordia
poda toda rama que da fruto. Quienes comparten el sufrimiento y
el reproche de Cristo ahora, compartirán su gloria en el más allá.
El “no se avergüenza de llamarlos hermanos”.
Hebreos 2:12
. Sus
ángeles ministran en su favor. Su segunda aparición será como Hijo
del hombre y de esta manera, aun en su gloria, se identifica con la
humanidad. A los que se han unido a él les dice: “Aunque olvide
ella [la madre, al hijo que dio a luz], yo nunca me olvidaré de ti. He