La unidad cristiana
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debido en la iglesia, trabajando todos juntos en orden, armonía y
amor.
No hay nada egoísta o estrecho en la religión de Cristo. Sus prin-
cipios son difusivos y agresivos. Cristo la compara a la luz brillante,
a la sal que preserva y a la levadura que transforma. Con celo, fervor
y devoción, los siervos de Dios tratarán de diseminar, lejos y cerca, el
conocimiento de la verdad; sin embargo, no descuidarán el trabajar
por la fuerza y unidad de la iglesia. Velarán cuidadosamente, no sea
que la diversidad y la división tengan oportunidad de infiltrarse.
Ultimamente se han levantado entre nosotros hombres que pro-
fesan ser siervos de Cristo, pero cuya obra se opone a la unidad que
nuestro Salvador estableció en la iglesia. Tienen planes y métodos
de trabajo originales. Desean introducir en la iglesia cambios de
acuerdo con sus ideas de progreso, y se imaginan que así se ob-
tendrían grandes resultados. Estos hombres necesitan aprender más
bien que enseñar en la escuela de Cristo. Están siempre inquietos,
aspirando a hacer alguna gran obra, realizar algo que les reporte hon-
ra. Necesitan aprender la más provechosa de todas las lecciones: la
humildad y fe en Jesús. Algunos están vigilando a sus colaboradores
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y esforzándose ansiosamente para señalar sus errores, cuando debie-
ran más bien tratar fervorosamente de preparar su propia alma para
el gran conflicto que los espera. El Salvador les ordena: “Aprended
de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso
para vuestras almas”.
Mateo 11:29
.
Los que enseñan la verdad, los misioneros y dirigentes de la igle-
sia, pueden hacer una gran obra por el Maestro, si tan sólo quieren
purificar sus almas obedeciendo la verdad. Cada cristiano vivo tra-
bajará desinteresadamente por Dios. El Señor nos ha dado a conocer
su voluntad, a fin de que seamos conductos de luz para otros. Si
Cristo mora en nosotros, no podemos menos que trabajar para él.
Es imposible conservar el favor de Dios y disfrutar la bendición del
amor del Salvador, y ser indiferente al peligro de los que perecen en
sus pecados. Quiere el Padre “que llevéis mucho fruto”.
Juan 15:8
.
Pablo ruega a los efesios que conserven la unidad y el amor: “Yo
pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la
vocación con que sois llamados; con toda humildad y mansedumbre,
con paciencia soportando los unos a los otros en amor; solícitos a
guardar la unidad del Espíritu; como sois también llamados a una