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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
misma esperanza de vuestra vocación; un Señor, una fe, un bautismo,
un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todas las cosas, y por todas
las cosas, y en todos vosotros”.
Efesios 4:1-6
.
El apóstol exhortó a sus hermanos a manifestar en su vida el
poder de la verdad que les había presentado. Con mansedumbre y
bondad, tolerancia y amor, debían manifestar el carácter de Cristo
y las bendiciones de su salvación. Hay un solo cuerpo, un Espíritu,
un Señor, una fe. Como miembros del cuerpo de Cristo, todos los
creyentes son animados por el mismo espíritu y la misma esperanza.
Las divisiones que haya en la iglesia deshonran la religión de Cristo
delante del mundo, y dan a los enemigos de la verdad ocasión de
justificar su conducta. Las instrucciones de Pablo no fueron escritas
solamente para la iglesia de su tiempo. Dios quería que fuesen
transmitidas hasta nosotros. ¿Qué estamos haciendo para conservar
la unidad en los vínculos de la paz?
Cuando el Espíritu Santo fue derramado sobre la iglesia primiti-
va, los hermanos se amaban unos a otros. “Comían juntos con alegría
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y con sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo gracia con
todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían
de ser salvos”.
Hechos 2:46, 47
. Los cristianos primitivos eran pocos
en número, y no tenían riquezas ni honores; sin embargo, ejercieron
una poderosa influencia. La luz del mundo resplandecía por medio
de ellos. Aterrorizaban a los que hacían mal, dondequiera que se
conocían su carácter y sus doctrinas. Por esta causa, eran odiados de
los impíos, y perseguidos aun hasta la muerte.
La norma de la santidad es la misma hoy que en el tiempo de los
apóstoles. Ni las promesas ni los requerimientos de Dios han perdido
su fuerza. Pero, ¿cuál es el estado de los que profesan ser pueblo
de Dios cuando se compara con el de la iglesia primitiva? ¿Dónde
están el Espíritu y el poder de Dios que acompañaban entonces a
la predicación del Evangelio? ¡Ay, “cómo se ha oscurecido el oro!
¡Cómo el buen oro se ha demudado!”
Lamentaciones 4:1
.
El Señor plantó a su iglesia como una viña en un campo fértil.
Con el más tierno cuidado la alimentó y cuidó, a fin de que produjese
frutos de justicia. Su lenguaje es: “¿Qué más se había de hacer
a mi viña, que yo no haya hecho en ella?”
Isaías 54
. Pero esta
viña plantada por Dios se inclinó a tierra, y enlazó sus zarcillos en
derredor de soportes humanos. Sus ramas se extienden ampliamente,