Página 235 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La unidad cristiana
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pero lleva los frutos de una viña degenerada. Su Señor declara:
“Esperando yo que llevase uvas, ha llevado uvas silvestres”.
Isaías
5:4
.
El Señor le ha otorgado grandes bendiciones a su iglesia. La
justicia exige que ella le devuelva estos talentos con su interés. A
medida que han crecido los tesoros de la verdad a ella confiados,
sus obligaciones también han aumentado. Pero en vez de multiplicar
esos dones y avanzar hacia la perfección, la iglesia ha caído del nivel
que había alcanzado en su experiencia anterior. El cambio de su
estado espiritual se produjo gradual y casi imperceptiblemente. A
medida que empezaba a buscar la alabanza y la amistad del mundo,
su fe disminuyó, su celo languideció, su ferviente devoción fue
reemplazada por un formalismo muerto. Cada paso hacia el mundo
la fue alejando de Dios. A medida que la iglesia ha cultivado el
orgullo y la ambición mundanal, el Espíritu de Cristo se ha ido
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apartando de ella, y se han introducido la emulación y la contienda,
distrayéndola y debilitándola.
Pablo escribe a sus hermanos de Corinto: “Porque todavía sois
carnales: pues habiendo entre vosotros celos, y contiendas, y disen-
siones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?”
1 Corintios 3:3
.
Es imposible para la mente absorbida por la envidia y la contienda
comprender las profundas verdades de la Palabra de Dios. “Mas el
hombre animal no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios,
porque le son locura: y no las puede entender, porque se han de
examinar espiritualmente”.
1 Corintios 2:14
. No podemos enten-
der correctamente ni apreciar la revelación divina sin la ayuda del
Espíritu por el cual fue dada la Palabra.
Los que han sido designados para cuidar los intereses espirituales
de la iglesia deben esmerarse por ser un buen ejemplo sin dar ocasión
a la envidia, los celos o las sospechas y manifestar siempre el mismo
espíritu de amor, respeto y cortesía que desean estimular en sus
hermanos. Deben prestar diligente atención a las instrucciones de
la Palabra de Dios. Refrénese toda manifestación de animosidad
o falta de bondad; arránquese toda raíz de amargura. Cuando se
levantan dificultades entre hermanos, debe seguirse estrictamente la
regla del Salvador. Debe hacerse todo esfuerzo posible para efectuar
una reconciliación, pero si las partes persisten obstinadamente en su
divergencia, deben ser suspendidas hasta que puedan armonizar.