Página 237 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La unidad cristiana
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concienzudos son disuadidos por el orgullo y la estima propia de
ir privadamente a aquellos a quienes creen errados, para hablar del
asunto con el espíritu de Cristo y orar uno por otro. Las conten-
ciones, disensiones y demandas legales entre hermanos deshonran
la causa de la verdad. Los que siguen tal conducta exponen a la
iglesia al ridículo de sus enemigos, y hacen triunfar las potestades
de las tinieblas. Están abriendo de nuevo las heridas de Cristo y
exponiéndole al oprobio. Desconociendo la autoridad de la iglesia,
manifiestan desprecio por Dios, quien dio su autoridad a la iglesia.
Pablo escribe a los Gálatas: “Ojalá fuesen también cortados los
que os inquietan. Porque vosotros, hermanos, a libertad habéis sido
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llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión a la
carne, sino servíos por amor los unos a los otros. Porque toda la ley
en aquesta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. Y si os mordéis y os coméis los unos a los otros, mirad que
también no os consumáis los unos a los otros. Digo pues: Andad en
el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne”.
Gálatas
5:12-16
.
Algunos falsos maestros habían presentado a los Gálatas doc-
trinas opuestas al Evangelio de Cristo. Pablo trataba de exponer y
corregir estos errores. Deseaba mucho que los falsos maestros fuesen
separados de la iglesia, pero su influencia había afectado a tantos de
los creyentes que parecía azaroso tomar una decisión contra ellos.
Había peligro de ocasionar contiendas y divisiones ruinosas para los
intereses espirituales de la iglesia. Por lo tanto trataba de hacer ver
a sus hermanos la importancia de ayudarse unos a otros con amor.
Declaró que todas las demandas de la ley que presentan nuestros
deberes hacia nuestros semejantes se cumplen al amarnos unos a
otros. Les advirtió que si se entregaban al odio y a la contención,
dividiéndose en partidos, y mordiéndose y devorándose unos a otros
como las bestias, atraerían sobre sí mismos desgracia inmediata y
ruina futura. Había tan sólo una manera de evitar estos terribles
males, a saber, como les recomendó el apóstol, andando “en el Es-
píritu”. Mediante constante oración debían buscar la dirección del
Espíritu Santo, que los conduciría al amor y la unidad.
Una casa dividida contra sí misma no puede subsistir. Cuando
los cristianos contienden, Satanás acude para ejercer el dominio.
¡Con cuánta frecuencia ha tenido éxito en destruir la paz y armonía