Página 239 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La unidad cristiana
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y los derrotó. “Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria
en un libro, y di a Josué que del todo tengo de raer la memoria de
Amalec de debajo del cielo”. La sentencia fue repetida otra vez por
Moisés poco antes de su muerte, para que no fuese olvidada por
su posteridad. “Acuérdate de lo que te hizo Amalec en el camino,
cuando salisteis de Egipto: que te salió al camino, y te desbarató
la retaguardia de todos los flacos que iban detrás de ti, cuando tú
estabas cansado y trabajado; y no temió a Dios... Raerás la me-
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moria de Amalec de debajo del cielo: no te olvides”
Éxodo 17:14
;
Deuteronomio 25:17-19
.
Si Dios castigó así la crueldad de una nación pagana, ¿cómo
considerará a aquellos que, profesando ser su pueblo, hacen guerra
contra sus propios hermanos que son obreros cansados y agotados
en su causa? Satanás tiene gran poder sobre aquellos que se entre-
gan a su dominio. Los sumos sacerdotes y ancianos -los maestros
religiosos del pueblo- fueron quienes incitaron a la turba homicida
desde el tribunal al Calvario. Entre los que profesan seguir a Cristo
hoy, hay corazones animados por el mismo espíritu que clamó por la
crucifixión de nuestro Salvador. Recuerden los obradores de iniqui-
dad que todos sus actos tienen un testigo, a saber, un Dios santo
que odia el pecado. El traerá todas sus obras a juicio, con toda cosa
secreta.
“Así que, los que somos más firmes debemos sobrellevar las
flaquezas de los flacos, y no agradarnos a nosotros mismos. Cada
uno de nosotros agrade a su prójimo en bien, a edificación. Porque
Cristo no se agradó a sí mismo”.
Romanos 15:1-3
. Como Cristo se
compadeció de nosotros y nos ayudó en nuestra debilidad y carácter
pecaminoso, debemos compadecernos de los demás y ayudarles.
Muchos se sienten perplejos por la duda, cargados de flaquezas,
débiles en la fe e incapaces de comprender lo invisible; pero un
amigo al cual pueden ver, que venga a ellos en lugar de Cristo,
puede ser un eslabón que asegure su temblorosa fe en Dios. ¡Cuán
bienaventurada es esta obra! No permitamos que el orgullo y el
egoísmo nos impidan hacer el bien que podríamos hacer, trabajando
en nombre de Cristo y con un espíritu amante y tierno.
“Hermanos, si alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que
sois espirituales, restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre;
considerándote a ti mismo, porque tú no seas también tentado. So-