Página 24 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
Dice el profeta Ezequiel: “Vino a mí palabra de Jehová, diciendo:
Hijo de hombre, habla a los hijos de tu pueblo, y diles: Cuando
traiga yo la espada sobre la tierra, y el pueblo de la tierra tome un
hombre de entre ellos y lo ponga por atalaya, si, cuando él vea venir
la espada sobre la tierra, toca trompeta y avisa al pueblo, entonces
cualquiera que oiga el sonido de la trompeta y no se aperciba, si la
espada llega y lo quita de en medio, su sangre será sobre su propia
cabeza. Oyó el sonido de la trompeta, y no se apercibió; su sangre
será sobre él; mientras que si se hubiese apercibido, habría librado
su vida. Pero si el atalaya ve venir la espada y no toca la trompeta,
y el pueblo no se apercibe, y viniendo la espada quita a alguien
de en medio de ellos, éste es quitado de en medio por causa de su
pecado, pero demandaré su sangre de mano del atalaya. A ti pues,
hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel; cuando
oigas la palabra de mi boca, los amonestarás de mi parte. Cuando
yo diga al malvado: Oh malvado, de cierto morirás, si tú no hablas
para apercibir al malvado de su mal camino, el malvado morirá por
su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano. Pero si tú
avisas al malvado de su camino para que se aparte de él, y él no se
aparta de su camino, él morirá por su pecado, pero tú habrás librado
tu vida”.
Ezequiel 33:1-9
.
[16]
La responsabilidad de los atalayas de hoy es tanto mayor que
en los días del profeta, como nuestra luz es más clara y nuestros
privilegios y oportunidades mayores que en sus días. Es el deber del
ministro amonestar y enseñar a todo hombre, con toda humildad y
sabiduría. No se ha de conformar a las costumbres del mundo, sino
que como siervo de Dios contenderá por la fe que ha sido transmitida
a los santos. Satanás está obrando constantemente para derribar los
baluartes que le impiden el libre acceso a las almas; y mientras
nuestros ministros no son más espirituales en sus pensamientos,
mientras no establecen una conexión estrecha con Dios, el enemigo
tiene gran ventaja y el Señor considera al atalaya responsable por su
éxito.
Me permito, en esta ocasión, dar una advertencia a los que se
congregarán para nuestro congreso campestre. El fin de todas las co-
sas se acerca. Mis hermanos, ministros y laicos, se me ha mostrado
que debéis trabajar de una manera diferente a la que habéis estado
acostumbrados. El orgullo, la envidia, la importancia propia e inde-