Página 253 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La obra del ministro del evangelio
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El deber de reprender a los amadores del dinero
Muchos de los que se cuentan entre los creyentes no están real-
mente unidos a ellos en fe y en principio. Están haciendo exacta-
mente lo que Jesús les dijo que no hiciesen: acumulando tesoros
sobre la tierra. Cristo dijo: “No alleguéis tesoros en la tierra... sino
allegaos tesoros en el cielo... Porque donde está tu tesoro, allí estará
también tu corazón”.
Mateo 6:19-21
. Este es uno de los peligros que
amenazan a los cristianos. No obedecen las instrucciones positivas
de Cristo. No demuestran una verdadera fe y confianza en Dios. Para
ganar riquezas, acumulan cargas y afanes hasta que sus mentes están
casi totalmente enfrascadas en ellos. Están deseosos de ganancias y
siempre ansiosos por el temor a las pérdidas. Mientras más dinero
y terrenos tienen, más deseosos están de tener más. Están embria-
gados, “pero no de vino”, se tambalean, “mas no de licor”.
Isaías
29:9
. Están sobrecargados con los cuidados de la vida, los cuales los
afectan como la bebida fuerte al borracho. El egoísmo los ha cegado
de tal manera que trabajan día y noche para asegurarse de tesoros
perecederos. Descuidan sus intereses eternos; no tienen tiempo para
atender estas cosas. Los grandes asuntos de la verdad no están en
sus mentes, como puede verse por sus palabras, sus planes, y su
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comportamiento. ¿Qué si las almas a su alrededor perecen en sus
pecados? Para ellos esto es de menos importancia que sus tesoros
terrenales. Que las almas por las cuales Cristo murió se hundan
en la ruina; ellos no tienen tiempo para salvarlas. Al trazar planes
para su provecho material, demuestran tener aptitud y talento; pero
estas cualidades valiosas no las dedican a la ganancia de almas para
Cristo, para la edificación del reino del Redentor. ¿Acaso no están
pervertidos los sentidos de tales personas? ¿No están embriagados
con el cáliz intoxicante de la mundanalidad? ¿No han echado a un
lado la razón, y no se han convertido las ambiciones y propósitos
egoístas en el poder que los rige? La obra de prepararse para estar
en pie en el día del Señor y de emplear las habilidades que Dios les
ha dado para ayudar a preparar a un pueblo para ese día, se tiene
como algo demasiado insubstancial y que no satisface.
El Salvador del mundo ofrece un negocio ventajoso en el que
pueden participar ricos y pobres, doctos e indoctos. Todos pueden
con seguridad acumular para sí “tesoro en los cielos que no se