Página 254 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
agote”.
Lucas 12:33
. Esto es invertir de sus capacidades en lo que es
correcto. Es llevar el dinero a los banqueros.
Jesús ilustró su enseñanza refiriéndose al caso de un agricultor de
recursos, a quien el Señor había grandemente favorecido. El Señor
había bendecido sus tierras, y hecho que éstas produjeran abundan-
temente, capacitándolo para practicar la liberalidad con otros que no
habían sido tan grandemente bendecidos. Sin embargo, al enterarse
de que sus tierras habían producido tan abundantemente, mucho
más de lo que esperaba, en lugar de hacer planes para aliviar las
necesidades de los pobres, empezó a idear medios para acapararlo
todo para sí mismo. Al ver cómo las dádivas del cielo fluían ha-
cia sus graneros, no derramó su alma en gratitud hacia el generoso
Dador, ni tampoco consideró que aquella gran bendición le añadía
una responsabilidad adicional. Con el egoísmo que caracterizaba
su naturaleza inquirió: “¿Qué haré, porque no tengo dónde almace-
nar mis frutos?”
Lucas 12:17
. Consultando con su propio corazón
codicioso, declaró: “Esto haré: derribaré mis graneros, y edificaré
otros más grandes, allí almacenaré todos mis frutos y mis bienes; y
diré a mi alma: Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos
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años; descansa, come, bebe, diviértete”.
vers. 18-19
. Los medios que
conducen al verdadero gozo y al ennoblecimiento del alma son la
actividad, el dominio de sí mismo, los propósitos santificados; pero,
todo lo que este hombre se propuso hacer con las dádivas que Dios
le había otorgado, fue degradar su alma. ¿Y cuál fue el resultado?
“Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y
lo que has provisto, ¿para quién será? Así es el que atesora para sí
mismo, y no es rico para con Dios”.
vers. 20
.
El pobre hombre rico poseía un cuantioso tesoro terrenal, pero
estaba desprovisto de la verdadera riqueza. Manantiales de salvación
fluyen abundantemente hacia nosotros desde el trono de Dios. Se
nos conceden bendiciones temporales, pero no las aprovechamos
para bendecir a la humanidad o glorificar a Dios. Dios es nuestros
bondadoso benefactor. El nos trajo luz e inmortalidad por medio
de Jesucristo. Así, es por intermedio de Jesús que nos llega toda
bendición. ¡Oh, si toda lengua confesase y reconociese al gran Da-
dor! Que toda boca, en claros y alegres tonos, proclame las felices
nuevas que por medio de Jesús tenemos acceso a la vida futura de
inmortalidad; y se extiende a todos la invitación de aceptar este gran