Página 255 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La obra del ministro del evangelio
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beneficio. Todos los tesoros del cielo han sido puestos a nuestro
alcance, esperando que los demandemos. ¿Nos sorprende que a este
pobre rico se le llamara “necio” por razón de que despreció las ri-
quezas eternas, el inestimable don de la vida eterna, el eterno peso
de gloria, y se conformó con los perecederos tesoros terrenales?
Dios prueba a los hombres, a unos de una manera y a algunos
de otra. A unos los prueba otorgándoles sus ricas dádivas, y a otros
retrayéndoles sus favores. Prueba a los ricos para ver si aman a Dios,
al Dador, y a su prójimo como a sí mismos. Cuando el hombre em-
plea correctamente sus dádivas, Dios se complace; entonces puede
él confiarle mayores responsabilidades. El Señor revela la valoración
relativa que el hombre hace del tiempo y la eternidad, del cielo y la
tierra. Nos amonesta: “Si se aumentan las riquezas, no pongáis el
corazón en ellas”.
Salmos 62:10
. Asumen valor cuando se utilizan
para el bien de los demás y para la gloria de Dios; pero ningún tesoro
terrenal ha de ser vuestro legado, vuestro dios o vuestro salvador.
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Mis hermanos, el mundo jamás creerá que tomáis en serio vuestra
fe hasta que tengáis menos que decir acerca de las cosas temporales
y más acerca de las realidades del mundo eterno. El Señor viene;
pero muchos de los que profesan la fe no se dan cuenta que el
evento está cerca. Son incapaces de fijar su fe en los propósitos
revelados de Dios. En algunos la pasión por el lucro absorbe todo
su interés, y las riquezas terrenales han eclipsado el tesoro celestial.
Los asuntos eternos se han desvanecido de la mente como si fueran
de menor importancia, mientras que la mundanalidad ha invadido
cual aluvión. La gran pregunta es: ¿Cómo puedo hacerme de dinero?
Los hombres están vivamente atentos a todo anhelo de ganancia
personal. Experimentan con miles de planes y artefactos, entre ellos
diversas invenciones y derechos de patente. Algunos excavan la
tierra en busca de metales preciosos, otros invierten en acciones
bancarias, y todavía hay quienes labran la tierra; pero todos tienen
en mente el solo objetivo de ganar dinero. Se embelesan y hasta se
enloquecen en su búsqueda de la riqueza; sin embargo, rehusan ver
la ventaja de asegurarse una herencia inmortal.
Cuando Cristo anduvo en la tierra, se relacionó con algunos cuya
imaginación estaba acalorada con el anhelo por la ganancia terrenal.
Nunca descansaban, sino que siempre estaban probando algo nuevo,
y sus expectativas eran suscitadas sólo para ser chasqueadas. Jesús