Página 301 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Es necesario ser fieles y perseverar
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cambio, si siguiesen un método firme, decidido y parejo, que mezcle
la justicia y la misericordia con la paciencia y el dominio propio,
obtendrían resultados admirables.
El hermano E necesita la gracia transformadora. No hay segu-
ridad para él mientras retenga sus defectos naturales de carácter,
y es preciso que luche contra ellos continuamente. A menos que
viva una vida de vigilancia y oración, no estará bien equilibrado,
y hay peligro de que la verdad sea impedida, mal representada y
desacreditada mediante su influencia. Si no se cuida despertará en
los incrédulos prejuicios que jamás podrán ser eliminados.
En la naturaleza humana existe la tendencia a irse a los extremos,
y de un extremo a otro, totalmente opuesto. Muchos son fanáticos.
Los consume un celo equivocado por la religión, pero el carácter es
la verdadera prueba del discipulado. ¿Poseen ellos la mansedumbre
de Cristo, poseen su humildad y su dulce benevolencia? ¿Está el
templo del alma vacío de orgullo, arrogancia, egoísmo y censura? Si
no lo está, entonces no saben ellos a qué clase de espíritu pertenecen.
No se dan cuenta de que el verdadero cristianismo consiste en llevar
mucho fruto para la gloria de Dios.
Otros se van al extremo en su conformidad con el mundo. No
existe una línea de separación clara y precisa entre ellos y los mun-
danos. Si en un caso se ahuyenta a la gente de la verdad debido a la
manifestación de un espíritu brusco, censurador y condenatorio, en
este otro caso los demás se ven inducidos a pensar que el cristiano
profeso carece de principios y no sabe nada de la transformación
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del corazón o del carácter. “Así alumbre vuestra luz delante de los
hombres, de tal modo que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen
a vuestro Padre que está en los cielos” (
Mateo 5:16
) son las palabras
de Cristo.
Hay muchos que no tienen un conocimiento correcto de lo que
constituye un carácter cristiano y sus vidas son un descrédito para la
causa de la verdad. Si estuvieran enteramente convertidos, no produ-
cirían espinas y abrojos, sino abundantes racimos del precioso fruto
del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, dominio propio”
Gálatas 5:22, 23
. El mayor peligro
consiste en olvidarse de la obra que debe realizarse en el corazón.
Muchos se sienten bien satisfechos consigo mismos. Piensan que
basta una observancia somera de la ley divina, mientras que no co-