Página 306 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
órganos; y usted está sacrificando la salud en el altar de sus senti-
mientos.
Usted está cometiendo un error, el cual, si no lo corrige, ter-
minará destruyendo no sólo su propia felicidad. Se está causando
un verdadero daño, no solamente a usted misma, sino a todos los
miembros de su familia, y especialmente a su madre. Ella es muy
nerviosa y sumamente sensible. Si uno de sus hijos sufre, se siente
confusa y aturdida. La mente de ella se está desequilibrando por
causa de los frecuentes ataques histéricos que obligadamente tiene
que presenciar, y una gran infelicidad se posesiona de todos los que
a usted la rodean. Y sin embargo, usted es capaz de controlar su
imaginación y dominar esos ataques nerviosos. Usted tiene fuerza
de voluntad y debe usarla para ayudarse. No lo ha hecho, sino que
ha permitido que su imaginación afiebrada controle la razón. En
esto ha contristado al Espíritu de Dios. Si no tuviera ningún poder
sobre sus sentimientos, esto no sería pecado; pero no viene al caso
rendirse de esa manera al enemigo. Es preciso que su voluntad sea
santificada y subyugada en lugar de ser colocada en oposición a la
de Dios.
Mis queridos amigos, en vez de seguir un comportamiento que
evite la enfermedad, estáis más bien acariciándola y cediendo a su
poder. Debéis evitar el uso de drogas y obedecer cuidadosamente
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las leyes de la salud. Si tenéis interés en vuestra vida, debéis comer
alimentos sencillos, preparados de la manera más simple posible,
y hacer más ejercicio físico. Cada miembro de la familia necesita
disfrutar de los beneficios de la reforma pro salud. Pero el endroga-
miento debiera ser abandonado para siempre porque, además de no
curar ningún mal, debilita el organismo, haciéndolo más susceptible
a la enfermedad.
El hombre ha sido colocado en un mundo de tristeza, preocu-
paciones y perplejidad. Está aquí para ser probado, como lo fueron
Adán y Eva, con el fin de que desarrolle un carácter correcto y que
de la discordia y la confusión extraiga armonía. Tenemos mucho que
hacer que es esencial para nuestra felicidad y la de otros. Y hay mu-
cho que disfrutar. Mediante Cristo somos puestos en conexión con
Dios. Sus bondades nos colocan bajo una obligación continua; debi-
do a que no merecemos ninguno de sus favores, hemos de agradecer
hasta los más pequeños de ellos.