Página 309 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El pecado del descontento
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porque sus obras siguen con ellos”.
Apocalipsis 14:13
. El apóstol
sabía muy bien lo que decía cuando escribió estas palabras; pero
cuando vosotros dais lugar al pesar descontrolado, ¿corresponde
vuestra conducta con el consuelo que ellas expresan?
El Señor es benigno, misericordioso y fiel. Ha permitido que
el miembro más inocente y mejor preparado del grupo familiar
descansase durante los peligros de los últimos días. ¡Oh!, no impidáis
que en vuestras almas penetren el canto y la alegría, afligiéndoos
como si no fuera a haber una resurrección de los muertos; antes,
alabad al Señor porque para esa persona ya no hay más muerte, ni
pruebas, ni dolor. Ella descansa en Jesús hasta que el Dador de la
vida llame y despierte a sus santos que duermen para otorgarles la
gloriosa inmortalidad.
F tiene una obra que hacer, por la gracia de Dios, para dominar
sus sentimientos. Ella sabe que no está en el cielo sino en un mundo
donde reina la muerte y donde nuestros seres queridos nos pueden
ser arrebatados en cualquier momento. Ella debe sentir que la gran
preocupación de la vida es prepararse para un mundo mejor. Si ella
se ha asido bien de la vida eterna, esto no la descalificará para vivir
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en este mundo y llevar noblemente las cargas de la vida, pero la
ayudará a cumplir sus deberes abnegados y altruistas.
Como familia, habéis expresado tinieblas y quejas hasta que
habéis sido transformados en esa misma imagen. Parece que incitáis
las simpatías el uno del otro y suscitáis la excitabilidad nerviosa al
punto que pasáis un tiempo lóbrego, triste y funesto entre vosotros.
Habéis llevado a cabo velorios, pero éstos no atraen a los ángeles
que os rodean. Si no cambiáis vuestro proceder, Dios se allegará
un poco más de cerca trayendo juicio sobre vosotros. ¿Acaso no es
tiempo para que celebréis servicios de gratitud en vuestro hogar y
contéis con alegría las bendiciones que habéis recibido?
El poder de la verdad debería ser suficiente para sostenernos
y consolarnos en toda adversidad. La religión de Cristo revela su
verdadero valor al capacitar para el triunfo al que la posee. Coloca
los apetitos, las pasiones y las emociones bajo el dominio de la razón
y la conciencia y disciplina los pensamientos a fin de que sigan un
curso sano. De esta manera la lengua no queda libre para deshonrar
a Dios mediante expresiones pecaminosas de descontento.