Página 325 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La educación de los niños
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les deben inculcar en sus corazones diariamente. Deberían tener un
conocimiento de Dios y sus obras creadas; esto les será de mayor
valor a ellos que cualquier conocimiento obtenido de los libros.
“No con sólo el pan vivirá el hombre, sino con toda palabra
que sale de la boca de Dios”, son las palabras de nuestro Salvador.
Están multiplicándose los errores doctrinales y enroscándose con
sutileza serpentina en torno a los afectos de la gente. No hay ni
una doctrina bíblica que no se haya negado. Las grandes verdades
proféticas, que nos indican dónde estamos en la historia del mundo,
han sido despojadas de su belleza y poder por el clero, que toma
estas verdades de suma importancia y procura hacerlas oscuras
e incomprensibles. En muchos casos los niños se apartan de los
antiguos hitos. El Señor ordenó al pueblo de Israel: “Mañana, cuando
te pregunte tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios y
estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó?, entonces
dirás a tu hijo: Nosotros éramos siervos de Faraón en Egipto, y
Jehová nos sacó de Egipto con mano poderosa. Jehová hizo señales
y milagros grandes y terribles en Egipto, sobre Faraón y sobre toda
su casa, delante de nuestros ojos; y nos sacó de allá, para traernos
y darnos la tierra que juró a nuestros padres. Y nos mandó Jehová
que cumplamos todos estos estatutos, temiendo a Jehová nuestro
Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve
la vida, como hasta hoy. Y tendremos justicia cuando cuidemos de
poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro
Dios, como él nos ha mandado”.
Deuteronomio 6:20-25
.
He aquí principios que no hemos de considerar con indiferencia.
Aquellos que han visto la verdad y sentido su importancia, y han
gozado de una experiencia en las cosas de Dios, han de enseñar sana
doctrina a sus hijos. Deben familiarizarlos con los grandes pilares de
nuestra fe, las razones por las cuales somos adventistas del séptimo
día, por qué se nos ha llamado a ser, al igual que los hijos de Israel,
un pueblo especial, una nación santa, separados y diferentes de
toda la demás gente sobre la faz de la tierra. Estas cosas deben
explicarse a los niños en lenguaje sencillo y fácil de entender; y, al
ir aumentando en edad, las lecciones impartidas deberán adaptarse
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a su creciente capacidad, hasta que los fundamentos de la verdad
hayan sido echados amplia y profundamente.