Página 327 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La paciencia del cristiano
Estimados hermano y hermana H,
Concerniente a vuestras presentes relaciones con la iglesia, os
aconsejaría que hagáis todo lo que podáis de vuestra parte para colo-
caros en armonía con los hermanos. Cultivad un espíritu bondadoso
y conciliador y no permitáis que ningún sentimiento de venganza
entre en vuestras mentes y corazones. Nos queda apenas un poco
de tiempo en este mundo, de manera que debemos trabajar para el
tiempo presente y para la eternidad. Sed diligentes en la tarea de
afianzar vuestro llamado y elección. Cuidaos de no errar y poner en
peligro vuestro derecho a un hogar en el reino de Cristo. Si vuestro
nombre está registrado en el Libro de la Vida del Cordero, entonces
todo os irá bien. Estad deseosos y ansiosos de confesar vuestras
faltas y abandonarlas para que vuestros errores y pecados vayan a
juicio de antemano y sean borrados.
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A mí me parece que estáis progresando. Sin embargo, permitid
que la obra sea aún más profunda, más cabal, más seria. Que nada de
lo que hagáis sea hecho a medias. Caminad humildemente con Dios,
guardad vuestros corazones, venced el yo, y velad para evitar todo
artificio de Satanás. Cuando el corazón esté en armonía con Jesús,
cuando en palabra, espíritu y comportamiento imiteis al Modelo,
las costumbres se refinarán y elevarán, convenciendo a los demás
de que en vosotros se ha obrado un cambio radical. Entonces seréis
contados entre el número de aquellos que son seguidores de Jesús y
que son virtuosos y temerosos de Dios.
Hermano mío, su registro está muy manchado. Dios y su propia
alma lo saben. Pero nadie se regocijará más que yo al ver que sus pies
se posan en el camino que Cristo recorrió, al encontrarme con usted
en el reino de Dios. Es difícil que nos comprendamos a nosotros
mismos, que tengamos un conocimiento correcto de nuestros propios
caracteres. La Palabra de Dios es clara, pero a menudo se cometen
errores en la aplicación personal de la misma. Existe una inclinación
a engañarnos a nosotros mismos y a pensar que sus amonestaciones y
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