Página 335 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La ambición mundanal
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hecho algún esfuerzo para corregir sus acciones de injusticia hacia
su prójimo. No puede corregir todos los casos, ya que algunas de las
personas a quienes causó daño han bajado a la tumba y la cuenta está
registrada en contra suya. En estos casos, lo mejor que puede hacer
es presentar una ofrenda de expiación ante el altar del Señor, y el lo
aceptará y perdonará. Pero hasta donde sea posible, debe compensar
a los hermanos perjudicados.
Si los incrédulos con quienes se asociaba hubiesen observado
en usted el poder transformador de la verdad, de hecho hubieran
recibido un argumento en favor del cristianismo que no podrían
refutar. De esa manera usted hubiera proyectado al mundo una luz
clara y definida; pero en lugar de hacerlo, se ha entremezclado con
el mundo y empapado de su espíritu. Hermano mío, usted necesita
nacer de nuevo. Una mera apariencia de cristianismo no es de ningún
valor. Carece de poder salvador y de energía renovadora. La religión
que se limita al culto sabático no alumbra la vida de los demás.
Le ruego que examine de cerca su propio corazón. Usted tiene un
espíritu combativo y contencioso que en lugar de reprimir, cultiva.
Haga un cambio decidido en su vida y cultive la mansedumbre, la
fe, la humildad y el amor. Su alma está en peligro; seguramente
estará sujeto a los poderosos engaños de Satanás, a menos que se
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detenga donde está y arremeta contra la corriente de mundanalidad
y ambición. Sus relaciones con el mundo tienen que cambiar y una
decidida separación tiene que llevarse a cabo. Tiene que abandonar
los puestos que ocupa, los cuales continuamente abren ante usted
puertas de tentación. Evite la política; apártese de la contienda y de
todo puesto que fomente en su carácter los rasgos que necesitan ser
derribados y vencidos.
Hermano mío, usted debe esforzarse firme y decididamente,
de lo contrario nunca podrá librarse de las obras de las tinieblas.
Satanás lo considera suyo. Cuando usted escucha los testimonios de
los siervos de Dios, como en el último congreso campestre, queda
profundamente convencido. Pero no responde a las impresiones
del Espíritu de Dios; y al relacionarse con personas mundanas,
absorbe el espíritu de ellas y es llevado por la corriente mundanal,
desprovisto de la fuerza moral necesaria para resistir su influencia.
Se une a los que aman al mundo y su espíritu es peor que el de ellos,
ya que su elección es voluntaria. A usted le gusta la alabanza de