Página 340 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
también amáis sus almas. Hacedles saber mediante vuestras palabras
y hechos que no albergáis un espíritu de venganza ni represalia, sino
que por amor a ellos sacrificaréis vuestros sentimientos y subyu-
garéis el yo. Representad a Jesús, nuestro Modelo; manifestad su
Espíritu en todo tiempo y bajo toda circunstancia, y haya en vosotros
el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús. Vuestros caminos no han
sido los caminos de Dios; vuestra voluntad no ha sido la voluntad
de Dios. La preciosa planta del amor no ha sido cultivada ni regada
por el rocío de su gracia. El amor propio, la justificación propia y la
autocomplacencia, han ejercido una fuerza dominadora.
¿Qué ha hecho Jesús por vosotros, y qué sigue haciendo con-
tinuamente por vosotros? ¿Qué poseéis que no se os haya dado?
Jesús dijo: “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos”. “Todo pámpano
que en mí no lleva fruto, lo quita; y todo aquel que lleva fruto lo
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limpia, para que lleve más fruto”.
Juan 15:5, 2
. Los pámpanos no
sostienen a la vid, sino que la vid sostiene y nutre a los pámpanos.
La iglesia no sostiene a Cristo, sino que Cristo, mediante su poder
vital, sostiene a la iglesia. No basta ser un pámpano; hemos de ser
pámpanos fructíferos. “El que permanece en mí y yo en él”, declaró
Jesús, “éste lleva mucho fruto”.
Juan 15:5
. Pero si el fruto que se
produce resulta ser el de maleza espinosa, es evidente que no somos
pámpanos de la Vid viviente.
La vida es una disciplina. Mientras esté en el mundo, el creyente
arrostrará influencias adversas. Habrá provocaciones que prueben su
genio; y es afrontándolas con el espíritu debido como se desarrollan
las gracias cristianas. Si se soportan mansamente las injurias y los
insultos, si se responde a ellos con contestaciones amables, y a
los actos de opresión con la bondad, se dan evidencias de que el
Espíritu de Cristo mora en el corazón, y de que fluye la savia de la
Vid viviente por los pámpanos. En esta vida estamos en la escuela
de Cristo, donde hemos de aprender a ser mansos y humildes de
corazón; en el día del ajuste final de cuentas veremos que todos
los obstáculos que encontramos, todas las penurias y molestias que
fuimos llamados a soportar, eran lecciones prácticas en la aplicación
de los principios de la vida cristiana. Si se soportan bien, desarrollan
en el carácter virtudes como las de Cristo, y distinguen al cristiano
del mundano.