Página 341 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El amor entre los hermanos
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Debemos alcanzar una alta norma si queremos ser hijos de Dios,
nobles, puros, santos y sin mancha; la poda es necesaria si queremos
alcanzar esta norma. ¿Cómo se lograría esta poda si no hubiese
dificultades que arrostrar, ni obstáculos que superar, ni nada que
exigiese paciencia y tolerancia? Estas pruebas no son las bendiciones
más pequeñas de nuestra vida. Están destinadas a inspirarnos la
resolución de obtener éxito. Debemos emplearlas como medios
divinos para ganar victorias decisivas sobre nosotros mismos, en vez
de permitir que nos estorben, opriman y destruyan.
El carácter será probado. Cristo se revelará en nosotros si somos
verdaderamente pámpanos de la Vid viviente. Seremos pacientes,
bondadosos y tolerantes, alegres en medio de las inquietudes e irrita-
ciones. Día tras día y año tras año, venceremos al yo, y creceremos
en un noble heroísmo. Esta es la tarea que nos ha sido dada; pero no
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puede realizarse sin ayuda continua de Jesús, decisión resuelta, pro-
pósito inquebrantable, vigilancia continua y oración incesante. Cada
uno tiene una batalla personal que pelear. Cada uno debe abrirse
paso entre luchas y desalientos. Los que se niegan a luchar, pierden
la fuerza y el gozo de la victoria.
Nadie, ni siquiera Dios, puede llevarnos al cielo a menos que
hagamos de nuestra parte el esfuerzo necesario. Debemos enriquecer
nuestra vida con rasgos de belleza. Debemos extirpar los rasgos
naturales desagradables que nos hacen diferentes de Jesús. Aunque
Dios obra en nosotros para querer y hacer su beneplácito, debemos
obrar en armonía con él. La religión de Cristo transforma el corazón.
Dota de ánimo celestial al hombre de ánimo mundanal. Bajo su
influencia, el egoísta se vuelve abnegado, porque tal es el carácter de
Cristo. El deshonesto y maquinador, se vuelve de tal manera íntegro,
que viene a ser su segunda naturaleza hacer a otros como quisiera
que otros hiciesen con él. El disoluto queda transformado de la
impureza a la pureza. Adquiere buenos hábitos porque el Evangelio
de Cristo llegó a ser para él un sabor de vida para vida.
Ahora, mientras dura el tiempo de gracia, no le incumbe a uno
pronunciar sentencia contra los demás, y considerarse un hombre
modelo. Cristo es nuestro modelo; imitadle, asentad vuestros pies en
sus pisadas. Podéis profesar seguir todo punto de la verdad presente,
pero a menos que practiquéis esas verdades, de nada os valdrá.