Página 342 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 5
No hemos de condenar a los demás; tal no es nuestra obra, sino
que debemos amamos unos a otros, y orar unos por otros. Cuando
vemos a uno apartarse de la verdad, podemos llorar por él como
Cristo lloró sobre Jerusalén. Veamos lo que dice nuestro Padre
celestial en su Palabra acerca de los que yerran: “Hermanos, si
alguno fuere tomado en alguna falta, vosotros que sois espirituales,
restaurad al tal con el espíritu de mansedumbre; considerándote a ti
mismo, porque tú no seas también tentado”. “Hermanos, si alguno
de entre vosotros ha errado de la verdad, y alguno le convirtiere,
sepa que el que hubiere hecho convertir al pecador del error de su
camino, salvará un alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados”
Gálatas 6:1
;
Santiago 5:19, 20
. ¡Cuán grande es esta obra misionera!
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¡Cuánto más parecida al carácter de Cristo que la costumbre de
los pobres mortales falibles que están siempre acusando y condenan-
do a aquellos que no llenan exactamente sus requisitos! Recordemos
que Jesús nos conoce individualmente, y se compadece de nuestras
flaquezas. Conoce las necesidades de cada una de sus criaturas, y
la pena oculta e inexpresada de cada corazón. Si se perjudica a uno
de los pequeñuelos por los cuales murió, lo ve y pedirá cuenta al
ofensor.
Jesús es el buen Pastor. El se interesa por sus ovejas débiles, en-
fermizas y errabundas. Las conoce a todas por nombre. La angustia
de cada oveja y de cada cordero de su rebaño conmueve su corazón
de amor y simpatía; y llega a su oído el clamor que pide ayuda. Uno
de los mayores pecados de los pastores de Israel fue así señalado
por el profeta: “No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma:
no vendasteis la perniquebrada, ni volvisteis al redil la descarriada,
ni buscasteis la perdida, sino que os habéis enseñoreado de ellas con
dureza y con violencia. Y andan errantes por falta de pastor, y son
presa de todas las fieras del campo, y se han dispersado. Anduvieron
perdidas mis ovejas por todos los montes, y en todo collado alto; y
en toda la faz de la tierra fueron esparcidas mis ovejas, y no hubo
quien las buscase ni quien preguntase por ellas”.
Ezequiel 34:4-6
.
Jesús se interesa en cada uno como si no hubiese otra persona
en toda la tierra. Como Dios, ejerce gran poder en nuestro favor,
mientras que como Hermano mayor nuestro, siente todas nuestras
desgracias. La Majestad del cielo no se mantuvo alejada de la hu-
manidad degradada y pecaminosa. No tenemos Sumo Sacerdote tan