Página 343 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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El amor entre los hermanos
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ensalzado y encumbrado, que no pueda fijarse en nosotros o sim-
patizar con nosotros, sino que fue tentado en todas las cosas como
nosotros, aunque sin pecar.
Cuán diferente de ese espíritu es el sentimiento de indiferencia y
desprecio manifestado por algunos en _____ hacia J y los que fue-
ron afectados por su influencia. Si alguna vez se necesitó la gracia
transformadora de Dios, fue en esa iglesia. Al juzgar y condenar a
un hermano, emprendieron una obra que Dios no confió nunca a sus
manos. La dureza de corazón y un espíritu de censura y condenación
tendiente a destruir la individualidad y la independencia, se entre-
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tejieron con su experiencia cristiana y desterraron de su corazón el
amor de Jesús. Apresuraos, hermanos, a sacar estas cosas de vuestra
alma antes que se diga en el cielo: “El que es injusto, sea injusto
todavía: y el que es sucio, ensúciese todavía: y el que es justo, sea
todavía justificado: y el santo sea santificado todavía”.
Apocalipsis
22:11
.
Tendréis que hacer frente a muchas perplejidades en vuestra vida
cristiana en relación con la iglesia; pero no os esforcéis demasiado
por amoldar a vuestros hermanos. Si veis que ellos no satisfacen
los requerimientos de la Palabra de Dios, no los condenéis; si ellos
os provocan, no respondáis de la misma manera. Cuando se dicen
cosas exasperantes, no dejéis que la inquietud domine vuestra alma.
Veis en otros muchas cosas que parecen malas, y queréis corregirlas.
Comenzáis en vuestra propia fuerza a trabajar por una reforma; pero
no la emprendéis de la debida manera. Debéis trabajar por los que
yerran con un corazón subyugado, enternecido por el Espíritu de
Dios, y dejar que el Señor obre por vosotros como agentes.
Descargad vuestra preocupación sobre Jesús. Sentís que el Señor
debe encargarse del caso cuando Satanás está contendiendo por
predominar sobre algún alma; pero debéis hacer lo que podéis con
humildad y mansedumbre, y poner en las manos de Dios la obra
enmarañada, los asuntos complicados. Seguid las indicaciones de su
Palabra, y confiad el resultado a su sabiduría. Habiendo hecho todo
lo que podíais para salvar a vuestro hermano, dejad de acongojaros, y
atended con calma otros deberes apremiantes. Ya no es más vuestro
asunto, sino el de Dios.
No cortéis el nudo de la dificultad con impaciencia, haciendo
desesperados los asuntos. Dejad que Dios desenrede los hilos enma-