Página 355 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 5 (1998)

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La elaboración de vino y sidra
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El intérprete de la ley le preguntó a Jesús: “Maestro, ¿qué bien
haré para heredar la vida eterna?” El Señor le dijo: “¿Qué está escrito
en la ley? ¿Cómo lees?” La respuesta fue: “Amarás al Señor tu Dios
de todo corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda
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tu mente; y a tu prójimo como a tí mismo”. El Señor le dijo: “Bien
has contestado; haz esto y vivirás”. La vida eterna es el premio que
está en juego, y Cristo nos dice cómo ganarla. Nos señala la palabra
escrita: “¿Cómo lees?” Aquí se nos señala el camino; hemos de amar
a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros
mismos. Pero si amamos a nuestro prójimo como a nosotros mismos,
no lanzaremos al mercado nada que le sirva de tropiezo.
Amar a Dios y al prójimo es el todo del hombre. La ley de amor
está escrita sobre las tablas del alma, el Espíritu de Dios mora en
él, y su carácter se manifiesta en buenas obras. Jesús se hizo pobre
para que por medio de su pobreza nosotros seamos hechos ricos.
¿Qué sacrificios estamos dispuestos a hacer por su causa? ¿Está su
amor entronizado en nuestros corazones? ¿Amamos al prójimo como
Cristo nos amó a nosotros? Si poseemos este amor por las almas, ese
mismo amor nos hará considerar seriamente si por medio de nuestras
palabras, hechos o de alguna manera con nuestra influencia, estamos
colocando la tentación frente a los que tienen poca fuerza moral. No
censuraremos a los débiles y a los que sufren como constantemente
lo hacían los fariseos, sino que procuraremos quitar toda piedra de
tropiezo del camino de nuestro hermano, no sea que el cojo se desvíe
del sendero.
Como pueblo, profesamos ser reformadores, portadores de luz al
mundo, fieles centinelas de Dios, defendiendo todas las avenidas por
las que Satanás pueda entrar con sus tentaciones para pervertir el
apetito. Nuestro ejemplo y nuestra influencia han de ser una fuerza
en favor de la reforma. Hemos de abstenemos de toda práctica que
pueda embotar la conciencia o alentar la tentación. No abriremos
ninguna puerta que le dé a Satanás acceso a la mente de un ser
humano creado a la imagen de Dios. Si todos vigilaran y fuesen
fieles en proteger las pequeñas aberturas hechas por el uso moderado
del vino y la sidra, que se suponen ser inofensivos, el camino hacia la
embriaguez quedaría cerrado. Lo que se necesita en cada comunidad
es un propósito firme y fuerza de voluntad para no tocar, gustar ni